martes, 27 de marzo de 2018

Jorge Eliécer Ordóñez Muñoz.


La Poesía es Estado de Gracia, luz en el abismo, sombra iluminada. Cuerpo que florece y retoña. 

El alma: la Inmortalidad, la Poesía. 


Bienvenido poeta Jorge Eliécer Ordóñez al Claroscuro.


*¿Quién es Jorge Eliécer Ordóñez?

Un hombre que se perdió entre las multitudes, pero que gracias a la Poesía, reencontró el camino. 


*Para ti, qué es poesía?

Para mí la poesía es mirar el mundo con ojos nuevos y después, recorrerlo a contracorriente.


*¿Qué te motiva a escribir?

Quiero escribir pero me sale espuma decía Vallejo; sin embargo, la naturaleza, la ciudad, sus habitantes dispares, los fuertes contrastes de la condición humana, son para mí temas potenciales. 


*¿Cómo fue tu encuentro con la poesía?

Llegué a la Poesía por la Botánica: siendo muy niño un inolvidable maestro nos dio a sembrar una semilla en un vaso. A los días brotó una raíz; un tallo y finalmente, una rosa; parejo a ella escribí unas líneas de asombro, creo, mi primer poema. No es gratuito que muchos años después tuviéramos una revista y una editorial con un nombre premonitorio y simbólico: Rosa Blindada.


*¿Qué buscas en ella, qué has encontrado?

En la Poesía encuentro, como en la Rosa de los Vientos, todos los tiempos integrados. Encuentro también el vertedero del manantial. 


*¿A dónde te ha llevado?

La Poesía me ha llevado a la Finis-terra, al Paraíso y al Purgatorio, pero más cerca, a la orilla de un río que todo me lo ha dado.


*¿Hay alguna o algunas palabras con las que te identifiques?

Sí, todos tenemos un palabrario íntimo: alameda, topacio, puma, durmiente, estuario, tren, estación, morada, astrolabio...


*¿Por qué escribir poesía?

Son los tiempos, señor, en palabras del buen Rulfo. No podría hacer macetas con todo el barro que llevo adentro.


*Sino fuera la poesía el lenguaje elegido para sentir y expresar el mundo, la realidad, la intimidad. ¿Cuál sería ese otro lenguaje?

Tal vez la música, esa otra forma del tiempo, según Borges.


*¿Hacia dónde va la poesía?

Como el viento, a ninguna parte, porque está en todas partes. El viento sopla de donde quiere, dice un bello versículo del Nuevo Testamento. La Poesía es el Viejo y el Nuevo Testamento de la especie humana. 


El invitado 





Jorge Eliecer Ordoñez Muñoz, Cali, 1951.

Poeta, narrador y editor. Licenciado en Filología Española, es Magister en Literatura Hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo. Cofundador de la Corporación literaria Si Mañana Despierto y de las revistas literarias Rosa Blindada, Calipoema, Cantinga y Ocarina. Fue docente durante veinte años en Artes y Ciencias del Lenguaje en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia en Tunja. 

Publicaciones:

Ciudad Menguante (1991 y 1996)
Vuelta de campana (1994, Premio del Instituto de Cultura y Bellas Artes de Boyacá)
Brújula Insomne (1997)
Farallones (2000)
El puente de la luna (2004, antología personal, Universidad del Valle)
Exiliados del arca (2009)
Palabras Migratorias (2010, antología personal)
La Casa Amarilla (2011)
Manuscrito de Sísifo (2013, Premio Nacional de Poesía Universidad Industrial de Santander)
Cuerpos sobre campos de trigo (2014, Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus)
La tarde no cae (2014) Finalista Premio Nacional de Poesía, Ministerio de Cultura (2015)

Es editor de la antología Desde el Umbral, poesía colombiana en transición (tomos I 2005 y II 2009) y autor del ensayo La Fábula Poética en Giovanni Quessep (1998, Premio Jorge Isaacs en Crítica Literaria, Colección de Autores Vallecaucanos, Cali)



POEMAS DE CUERPOS SOBRE CAMPOS DE TRIGO


Cuerpos Soñados
                                                                                                              Comen naranjas, cambian besos 
                                                                                                              como las olas cambian sus espumas
                                                                                                                                                Octavio Paz 

I

Una pequeña mancha. Un olvido. Un rechinar de dientes frente al eterno molino. Dos cuerpos extraviados que quieren ser más que palabra. Traen como primicia sus células ardientes, como estambres, desde un principio, cuando el fuego y el hielo habitaron su mar.

Entreverados, deshaciéndose entre sombras, sin otro pebetero que el errante deseo, desalumbrándose, colonizando cada península y cada fiordo.

Ahora reptan el estruéndoso silencio que ondea sobre los picos de los montes y las águilas. Ir y venir de olas, ir y venir de alas, así la arena en su reloj de asalto, diseminada en sus cuerpos moluscos, así el furor eléctrico de las anguilas vigilándose en un túnel de burbujas. Todo es un ajedrez de células, con saltos equinos y embestidas de torre. Pertenecen a su reino los leones marinos, blindados en pieles superpuestas, atrincherados en fauces y colmillos. Siempre dos cuerpos, a veces uno más, cuando la sangre marca con alfiles su frontera. Sueñan húmedos, expuestos en la explanada, saben pero ignoran desde siempre que el deseo en el pez se llama anzuelo. 

Toda la luz persiste en el vacío. Giran las hojas, las estrellas de mundos desconocidos, las hélices y los hematíes, los agujeros negros, como también las manos, el sudor, la saliva, los besos. Los años luz en sus ojos son leves briznas polinizando el bosque de los sueños. Pasan veloces aerolitos y murciélagos sobre sus cabezas coronadas de espigas. En el agua quieta de los tiempos ellos se abrigan con la noche. 




IV

Cuerpos de piel hirsuta 
martillando como un pájaro
en mi corazón de madera


tallados en agua y piedra


estambres con diminutos alfileres
para fijar la pulpa de la mañana


apenas una mancha, un transitorio olvido,
un paramecio sin palabras,
silencio, baba, cántaro,
para que el agua multiplique su sed



Cuerpos y Almas

                                                                                              Eres tú el cuerpo de mi alma, quédate
                                                                                                                                    Jaime Sáenz

III

Anochecer es regresar por el hilo del canto
donde el Dador selecciona las semillas,
bien conoce los caminos oscuros,
la luz entrecortada en la espesura


si anochece, no te afanes, ningún dolor es eterno
ni la dicha se escribe en una piedra,
a menos que tu cuerpo sea esa piedra,
tatuada por el sol y habitada por líquenes
y dinosaurios extinguidos, menos uno



V

Tu alma y tu cuerpo son la misma llama
alumbrando la sombra del árbol cotidiano.
Cuando tu alma tiene sed el cuerpo se inclina a
                                                    /beber de unos senos,
fundadores de la estirpe que camina descalza


cuerpo y alma, caminantes tomados de la mano,
sobre los rieles donde asoma la hierba,
mientras el zorro, después de olfatear un trébol,
desaparece, furtivo, entre la noche y los durmientes


cuando tu cuerpo tiene sed, el alma se convierte en
                                                                        / cántaro
se apaga la ciudad sobre luciérnagas colinas,
señal para que pase el ángel desalado



Cuerpos Nacientes
                                                                                                     he dejado mi cuerpo junto a la luz
                                                                                                     y he cantado al tristeza de lo que nace
                                                                                                                                 Alejandra Pizarnik

III

Cuerpos de trigo y alma, finas nervaduras,
suficientes para encender la casa y llenar de duendes
                                                                 / sus rincones


no tienen un color definido, son todos los colores,
como el arco iris,
si son blancos, pueden pasar al verde y al naranja,
según acudan los girasoles de la luz o las giralunas
                                                                  / de la niebla
basta con sonreír, tejer el calendario con los hilos
invisibles de un huso encantado


otras veces se ponen violáceos de la ira o rojos de
                                                                  / una fiebre
que les viene de un secreto rescoldo


es falsa su hermosura, acto de fe, como la sábila
o la herradura que protege el portón de la casa

son puro olor a materias primitivas, limo que
                                                                    / amasaron
los cuerpos tibios de los deseantes,
eslabón de los instintos en su viaje cromático de
                                                         / oruga a mariposa



                                                            Jorge Eliécer Ordóñez Muñoz 

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