sábado, 21 de julio de 2018

ÁLULAS. María Tabares

Territorio de pájaros, vuelo de poesía, árboles y viento; El aire enlazando todo, conectando los puntos, cerrando el círculo. 

Presento una breve selección de este bello libro llamado Álulas* de la poeta bogotana María Tabares.

María, bienvenida de nuevo al Claroscuro. 


* (El álula es un grupo especializado de plumas, situado en el borde delantero del ala que enfrenta el viento, que les permite a las aves volar a muy bajas velocidades sin caer abruptamente) 

ÁLULAS
(selección de poemas)

Cielo 
                                                                                                                                 a Bogotá

Tan distinto que es mirarte
cuando bajo mis pies tiembla el asfalto.
Cuando arriba, escasa la luz, no hay nadie
y abajo el día
plagado de estruendo está que duerme.

Todos tienen miedo de la noche.
Nadie eleva el rostro
solo baten sus alas agobiadas e intercambian monedas
sin levantarse del suelo.


Ser hacia adentro

Silencio de agua virgen que gotea
de viento estremecido

silencio de hojas que crepitan su tocar la tierra.
Silencio azul de ave nerviosa
caverna adentro del cenote.

Existencia de palabras inaudibles
puras
jamás pronunciadas por la boca.


Imagen de una atea

La poesía, una oración
para los no creyentes
Herta Muller

Cae la tarde en el valle del Cauca.
360 grados de tierra verde.
360 grados de cielo arrebolado.

Un bello ojo de agua y plata,
enorme, boquiabierto.
La luz, derrumbada,
no deja espacio alguno
sin su beso.
La tierra, una esfera de aire.

Detrás del cielo, Dios
lanza puñados de pájaros
por un hueco.
Por eso llegan de repente
-nadie sabe de dónde-
al ritmo raudo de sus alas.

Son bandadas de quince,
de veinte, de cincuenta,
casi todos blancos, algunos pocos
negros.

Buscan el árbol
que para ellos hace tiempo se sembrara.

Olfatean el rastro de su propia mierda
hoja blanca sobre hoja verde,
urgidos del reposo.

Me pregunto, ¿por qué Dios ya no los quiere?
Por qué nos los avienta hacia la tierra cada tarde.



Mi piel recupera su textura de árbol

En mi cuerpo habitan los pájaros
que dejaste a manotadas sobre sus ramas.

Mi savia corre más dulce.
Es miel pura que canta en la boca de las aves.


Juego infantil

                                                                                                                                   A Liliana Cadavid

Quiero hacerme perfume
que huela a tierra
para ver si me nacen árboles
y sobre ellos cantan los pájaros
entre mis ramas

para ver si me transformo en pasto
o humilde rosa blanca de un jardín cualquiera.

Si me hiciera semillero de los pasos...

Si me volviera tierra
si te encontrara allí

jugaríamos
a reconocer nuestros rostros en su sombra
y a hacer poemas con el barro.


Inerte

Inerte, como la cabeza rota de un pájaro,
ojos abiertos, corazón desangrado,
me poso sobre la ventana.
El paisaje es nieve incandescente
y nada ni nadie existe.
Adentro, afuera, solo estás tú
ángel impertérrito
observándome llorar
mientras sonríes.


ÁLULAS
El Ángel Editor
Colección EL OTRO ÁNGEL
Quito, Marzo de 2014


María Tabares

martes, 17 de julio de 2018

Francisco Pinzón Bedoya


La mirada que no se había tenido, la mirada de la cual no se tenía conciencia, pero que está, pero que mira, explora y descubre, la mirada que llueve, que ríe, que acaricia. La mirada que se contorsiona, que desentierra, la mirada que grita, que susurra, la mirada que teje poemas y desteje silencios. Pienso en esa "vocación tardía" que menciona Francisco y veo esa mirada que descubre todo como recién nacida. 

Bienvenido Francisco Pinzón Bedoya al Claroscuro.




*¿Quién es Francisco Pinzón Bedoya?

Colombiano, 62 años ya casi, de cuna andina y pasos caribes.  Nací en Líbano (Tolima) y me crié en Santa Marta.  Vivo en Medellín, soy Ingeniero y otras cositas más, y de ello derivo mi sustento y el de los míos
Soy un poeta de “vocación tardía” quien halló en la poesía las respuestas a sus inquietudes del sentir en medio de un mundo lleno de exactitudes y raciocinios. Mi primer poema lo escribí a los 41 años.  

Llevo dedicado a la ciencias exactas y a las labores corporativas 40 años, y he hallado en la poesía respuestas a mi mirada distinta de lo que me rodea y me hace sonreír.  
Voy en camino ser escritor, hasta ahora he publicado sólo poesía.  En diciembre de 2017 lancé mi último libro: SENTIRES EN MÍ MENOR, una expresión de 131 poemas llenos de intimidad que fue prologado por el poeta Pedro Arturo Estrada, editado por Ediciones Grainart de Cali, del cual estoy orgulloso. 


*¿Qué es poesía?

Es el lenguaje del sentir, dicho en la tinta de la belleza.  Es el medio en el que un alma conmueve a otra sin necesidad de explicarlo, porque en las letras está dicho lo que poesía es: un canto que se crea en palabras para tocar espíritus.


*¿Por qué creer en la poesía?

Porque es el medio para la elevación del canto sublime más allá de lo esencial y físico para la vida.  Porque es la voz que nos deja expresar lo que el lenguaje común no puede.  Porque une seres en torno a lo bello, en torno a lo sensible en letras que dejan su rastro imperecedero.


*¿Qué poetas han influenciado tu voz?

Muchos, pero especialmente los latinoamericanos cercanos: Gustavo Pereira, Eugenio Montejo, William Ospina, Paz, el gran Porfirio, Silva, Mameca, Benedetti, Neruda, Roca, Girondo, Pizarnick, en fin.  Por otro lado, muchos universales como el gran Whitman y Shakespeare.  De cada uno de ellos he libado sus voces y sus giros, y me he perdido en sus hondonadas para salir al otro lado, distinto y permeado por sus almas.


*¿Cuál es tu concepto sobre la actualidad en la poesía colombiana?

Hay mucho talento, especialmente joven, lo cual me hace pensar en lo eterno de la poesía.  Cada vez hay más voces que dejan huella en este género.  Soy un optimista cuando veo plazas llenas de juventud en Medellín, Pereira, Cali O Barranquilla.  Hay muy buena poesía y crea a su alrededor una mirada de atracción por su autenticidad.  Hay muchos grupos desperdigados haciendo esfuerzos, nada oficial.  Pero, la voz de los poetas sigue viva y creciendo.


*¿Qué tanto influyen la poesía y la lectura en la formación de valores en la sociedad?

Una sociedad lectora siempre tendrá opinión. Una sensible tomará parte por la justicia y la equidad.  En ambas es el alma quien dirige los actos, no hay campo para la negligencia, la pasividad o la indiferencia.  Será una sociedad que imponga su sentir y su énfasis estará en la vida y su esencia.  Si una sociedad pierde su sentir estará condenada a desaparecer.


*¿Con qué palabra te identificas?

Noctumbria: ese espacio de la noche en donde nos unimos a la poesía y a otros sentires en una comunión de versos.


*¿Hacia dónde va la poesía?

Hacia masificarse.  Los medios electrónicos la hacen más generalizada, pero a la vez, más transeúnte, más efímera.  Seguirá siendo un tema de minorías, pero va en el equipaje donde se llevan las cosas del corazón, por ello tan valiosa.  Nos hará cada vez más partidarios de un mundo mejor para nuestros hijos: sostenibilidad.

Francisco Pinzón Bedoya ©
Envigado, julio 15 de 2018



Sentires en mí menor
(selección de poemas)




De nocturnancias felinas 

Una docena de bocas se apertrechan tras las bambalinas y tengo miedo.  Un mareo de buque del siglo XVI me apoca y me hace ovillo.  Seré engullido por un Leviatán inmenso, el hedor de sus fauces me hace dar arcadas.  Siento el filo de sus dientes en mi noche oscura de crespones de olas desde barlovento.  Ya no tengo ni norte ni sur ni arriba ni abajo.  El atisbo del cielo que corregía mi brújula interna se perdió y voy a entregar mi alma a esa muerte.  Unos bigotes me despiertan en medio de un ronquido revuelto con un ronroneo.  Ese ruido es el mío, estoy en mi cama, sudoroso, lleno de inmensas ganas de ir al baño.  Me apeo sin consciencia y ese monstruo se va diluyendo cuando me tropiezo con el escalón.  Un maullido tenue me sigue y se enreda en mis pies.  Mi brújula aparece.  Lleno la traza de orines en medio de una sensación creciente de liviandad.  Tomo agua y por el tragaluz veo algunos rayos bellos de luna que una nube va tapando.  Pina tiene razón en decirme desde sus grandes ojos miel de gata: “¡Estás bien! ¡Yo te he cuidado toda la noche!”.  Apenas se deja cargar para entregarme toda su suave pelambre entre mis dedos para deslizarse sin arañarme al más fiel estilo Garfield.  Ella sabía de mis demonios y hasta tal vez los ahuyentó, a pesar de que yo no tengo idea de por qué llegaron, pero sí de por qué se fueron.  Tengo un ángel de la guarda con forma de gata mimosa.



Otra forma

Cambio de lado y me altero para que me veas.  Quiero coquetearte a la usanza de un macho alfa.  Creo que te exhibo mis ganas sólo con el fin de que te antojes.  He leído que eso no es femenino, pero quiero acudir a que de pronto –sólo de pronto- estés en tu lado salvaje y te acerques con tu instinto primario, porque el mío... está dispuesto para que llegues. Que quizás quieras un casual, una forma loca de rozarme, un asombro o hasta una degustación para tu universo que, a mis ojos, centellea de milagros y de pieles.  Eres esa redondez que afino en mis noches de súplicas o ilusiones de estar en ti, cuando me autodefino como un promontorio de hormonas en un solo punto redondo. Sin embargo, te advierto: es una forma extrema de atraerte porque ya sé que mis versos y mis colores nunca fueron parte de tus afectos.  Es un jugársela en contravía de los cánones que creo más están en mis dilemas y supuestos que en alguna realidad.  Asumo este enorme riesgo, pero vale la pena el premio, uno envuelto en el papel en que eres un regalo de esos que hacen brillar todo... aún bajo mi bóxer.


Procuro olvidarte (como la canción)

Quiero conjugar tu apodo al evocarte como lo hacen tus amigas de cartas cuando te llaman, y sólo lo dicen pero no mascullan tu piel ni ven tu boca en llamas.  Quiero que seas como una mirada al Degás del museo suizo o a ese Zeuss de la estación de Metro en Napoli o a las gaviotas del lago de Lucerna, así sin prevenciones ni amotinamientos.  Quiero que salten las cerraduras de los cajones donde guardo tus versos y se los lleve el viento para que no tenga otra y otra vez el deseo de recrearte cuando ya no existes ni en canciones, como dice Silvio.  Quiero que estés tan cerca que ni siquiera te vea como si te conociera, o como si fueras esa turista india que creyó que le coqueteaba y le contó a su marido y ni les importó, sólo se burlaron, porque simplemente sus piernas eran casi las tuyas con el mismo lunar en ese camino perverso al cadalso.  Quiero que un día de junio en una playa dorada del Mediterráneo desaparezcas entre tantas tonalidades verdes y azules, y no vuelvas a surgir ni en el aire ni el cielo ni en los suspiros que hicieron milagros, para que salgas de mis nostalgias.  En fin, quiero dejar de creer que este o aquel verso te podría gustar, porque ya estás en la hoguera de otras manos y en las fiestas de otras bocas que te hacen surgir esa sonrisa seductora que sólo debe quedar para el póster de alguna película de moda.  Quiero olvidarte... y por más que lo procuro, no te vas y creces y maduras junto a mí como esa fruta que da el mejor jugo de la mañana.



FASES CUASILUNARES

I

Te cambio y a veces te ignoro
aunque estés en las sombras
Desapareces de mi sonrisa transparente
ante una tuya edulcorada delictuosa
siguiéndome a veces como un perro
Ardes en una hoguera invisible
y me llevas a tu centro de fuego
...
pero te cuelas en mis sábanas
en muchas noches innombrables de luz
cuando tus bocas me contienen
y hacen estallar el cielo... en mi pecho
para que yo te deje entibiar una vez más
tus huellas hacia mí


II

No hurgo en tu ser solitario
porque me llevarías a tu agujero negro
Velo porque en tu suerte existas aún
sin tus falencias y fijaciones
Me hago a un lado de ese tobogán
con que me abordas cuando desesperas
...
pero cuando desapareces
y dejo de escuchar tu lisonja y halago
y mi ego se castra de silencios
te busco y te hago respirar
para seguir siendo... ¡la bestia!


III

Tomas tanto de mí en tu mundo
y suspiras al aire con tu sentir
que eres el gran planeta frente a mí
que soy una luna enana de olvidanzas
Trituras mi horizonte en tu fantasía
y creas un halo que se hace presencia
cuando siento tus manos pasando fieras
por mis pliegues y volcanes
que buscas desde tus hambres históricas
...
pero no puedo menos que alimentar
el hogar en que cueces los faltantes
de tu mundo de rutinas y hogar
que te envuelve en un capullo
hasta nuestro próximo beso
para que no te vayas


Duermevela irrepetible

Y en un abrir y cerrar de ojos 
se me evade un suspiro 
y estás reduciendo mi voluntad 
a un cero que no se mueve sino que te mira.  

La noche me regala un lucero 
y la luna se ha escondido tras 
unos nubarrones que estallan de truenos.  
Tú también lo haces bajo mi piel escarlata ya.  

Tienes la posesión exacta de todas mis deficiencias, 
por ello te instalas hasta en mi duermevela.  
Este reino en donde lo onírico y mi inconsciente 
se mezclan con un arrobo cómplice.   

Te pido los besos negados por hechos inexplicables.  
Te recreo en mis milímetros más menesterosos 
y vuelves a ser fuego y espada.  
Te cambias a dolor y rabia contenidos 
que se diluyen en un agua de mar que es muy azul, 
pero es una piscina y estás toda disponible, 
embelesada, como en un año que termina en cinco 
aunque éste ya termine en ocho.  

Un sopor invade mis dedos que irrumpen 
por entre los caminos que me enseñaste 
que van a tu piel y a tu gemido.  
No es trocable este compasivo instante 
porque al recrearte, juegas en mi almohada 
a mi voluntad que ya es tuya.  

Cedo mis derechos sobre mi sentir 
porque lo que tú haces conmigo, 
es un deleite que vuelve a robarme... 
mi valioso tesoro de ser independiente.


                                                                            Francisco Pinzón Bedoya 

viernes, 13 de julio de 2018

Fátima Vélez Giraldo


Fátima Vélez Giraldo abre las puertas de una casa, la suya propia, la casa de los juegos y los miedos,la casa de bombillas reventadas por el óxido (sinónimo de soledad), la casa deshabitada, la casa de espejos al pasado.

Bienvenida Fátima Vélez al Claroscuro



Fátima Vélez Giraldo (Manizales, Colombia,1985).

Estudió literatura en la Universidad de los Andes, maestría en Escritura Creativa en la Universidad Nacional de Colombia y maestría de Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York. Ha sido como profesora de escritura creativa y gestora cultural. Sus cuentos, poemas y ensayos han sido publicados en diferentes blogs literarios y antologías. 
Ha participado en los festivales de poesía de Cali, Bogotá, Manizales y Zamora (México). 
Su primer libro Casa Paterna (Universidad Externado de Colombia, 2015) es una antología de cuatro libros inéditos: Orillas (2003); Diario del refugio (2012); Diseño de Interiores (2014-2015); y Del porno y las babosas (2015). 

Su libro de poesía “Diseño de Interiores” ganó el Concurso Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá 2015, premio no otorgado, por faltar la firma en el formulario. 

Casa paterna
(selección de poemas)


la casa
digan casa
más duro
hasta la punta
de la nariz al cordón de los zapatos
entonen rujan bramen truenen ladren
con ganas
pico monto un dos tres por mí en el verde limón
salten hasta la existencia de algo
trompo y el primer ladrillo
golosa y un escalón
caucho americano y la baranda del segundo piso
parqués y la alfombra verde amamanta polvo
eso, así, más duro
que se escuche


digan casa
con sótano y pellejo de miedo a las cositas que pueden
                         despertarse en presencia de extraños
amarillenta oscuridad
trazos de hormigas piso piedra
piso moho
donde desenrollar este yoyo
donde montar el triciclo que encontramos en la calle

digan casa
y es de notar que la casa entra
por la puerta y la espera
y desfila su cola
y la enrosca por piernas y bordes

en menos de un descuido
entre la suela de unas botas de caucho
la casa cruje brama aúlla truena maúlla ladra
ojos azabache
pupilas dilatadas

dije suéltenla de una vez

no es bueno ser temido
por el lugar donde soñamos


sótano

que quieres quitar de ahí las telarañas
las capas de moho
inténtalo
a ver si no aparece de pronto la olla
con el arroz pegado
los guantes amarillos
que protegen
del jabón quitagrasa que te agrieta la piel
y en el silencio
de quien lava platos y olvida poner música
el poema se tararea solo
como si tuviera pies
y quisiera hacer de ti un salto
es
no cabe duda
ese que dice que se llegó al final de la carrera
y el premio es otra carrera

y si el premio es mugre coagulado en un sifón
y si todo fondo no es más que horas percudidas en la
                                                               cortina de baño
la sala donde la luz pega directamente en el reflejo de
                                                                      la infancia
donde también el tema es con la luz 

los niños
sus deseos
su canto de sirena
que tratan de arrastrarte a la inacción
a no ser otra cosa
que calor atemporal

su belleza
que crece
sobre filo
raíz
que no se ve en ningún espejo
pero sabes
si no la cuidas
no la riegas
no la podas

recuerda

poner papel conciencia en las paredes

quien se ha cortado con papel sabe
lo que guarda en sus bordes el blanco



primera orilla

alejamos al cuerpo
del desprendimiento de sus partes
y no pudimos evitar que la marea descendiera
allí
un hombre tendido
abierto
fragmentado
como todo lo que intentábamos salvar

acercamos la mirada
la limpiamos para confirmar
que no fuera otra de sus manchas
cuerpo de hombre
confirmamos

y si la tierra tembló
mientras él me miraba
fue porque en su cuerpo resucitaron mis raíces
de nuevo los cielos eran fértiles
y sembramos jardines
que ondularon en la nada

dimos vida a los mares
que crecieron entre peces
el cuerpo se mantuvo firme
y fue evidencia
de que entonces
no era la tierra la que temblaba
sino el silencio


materia prima

nadie se imagina que lo suyo
de una cucaracha sea hacer el amor
digo el amor y es el café encajando sus formas
la oscuridad aprieta se traviste se acuerpa
se quieren
una luz de neón alumbra y se quieren
a estas alturas más órgano más tripas
más carne menos ojo
el de dos cucarachas como no las has visto
sin pudor, más existencia
que quererse en sus cáscaras
tiritar en lo blando
con antenas y ciegas
en puntas sobre la vibración
de las migas del pan, de la rutina al otro
olor:
un reino tan físico
tan sustancia en lo invisible
tan partícula en lo diminutivo
que dan ganas de bañarse
no de limpieza sino de lo untado
quererse entraña nos hace y nos sacude
en órganos no del todo nuestros

materia esa nerviosidad
un pedazo de tierra puesta en movimiento
lo recién fuerza surge
de una dignidad no creída posible
al calor de una forma
la figura cucaracha
haciéndose cucarachas
afilando su plural


girasoles

David Uribe y yo
al ritmo del polvo
arrancado a las piedras
y las piedras tan quietas
como sólo puede hacerlo el gris

vestido corto de cargaderas metálicas
y girasoles dentro de girasoles
moviéndose
brillando
al aire
a la luz
de nuestros diez años

su mano gruesa suda

se escurre la vergüenza
por los vellos aún tenues
y la sensación
se recrea tan tierna
que debo usar la palabra rocío

David Uribe
el gordo de la clase
con sus ojos azules
como el manto de la Virgen de Fátima
a quien yo temía
hasta orinarme

David Uribe
y yo
y sus ojos azules
y su mano agarrada a la mía
encogiéndome el corazón
hasta la duda

a la altura de mi pecho
un girasol se marchita
con la agilidad
de los caballos al galope


anacronía

qué horas son en París
en la muñeca de la niña
capa roja
son las horas del lobo en Hong Kong
en la selva
un mono aúlla las cinco
menos cinco
y las guaduas se mecen invertidas
por la llegada de la luz

las 3 y 3
en la mesa
un vaso de ron
del que nadie bebe
hace dos minutos

un rugido andaluz
salva a los perros recién nacidos
de morir lentos de parvovirosis
detiene la viruela de los niños
y a la peste que expele
su olor a las cinco menos cinco de 1410

lúgubre y valiosa
era la sal en los tiempos del oro
cuando ni el tiempo ni el oro
tenían ritmo que pudiera medirse
con rumores humanos



AIRE PLATH

Imaginar el parto de Sylvia Plath
ese rostro
–sorpresa de que exista la luz


en la puerta del horno
meter la cabeza sin hacernos los tímidos
con la lentitud de algo posible


                                                                                       Fátima Vélez Giraldo

Casa paterna 
Antología poética
2003-2015
Universidad Externado de Colombia

lunes, 9 de julio de 2018

Fabiola Acosta Espinosa


Borrar la vida para dibujarla de nuevo, hacer varios borradores hasta dar con el adecuado, con el más parecido, con el más cercano. Sentir su olor de tierra mojada por la lluvia, consumirse en sus silencios bulliciosos, contemplar su belleza, sus heridas. 

Cantar la vida hasta que sea himno en la garganta.

Bienvenida querida poeta Fabiola Acosta al espacio Claroscuro.



Fabiola Acosta Espinosa. Poeta barranquillera. Gestora cultural, cofundadora de la Fundación Artística Casa de Hierro, lidera espacios culturales para la ciudad de Barranquilla tales como Poetas bajo palabra, Encuentros de la niñez y su barrio y el Café al aire libre.


Ha sido invitada como poeta a diferentes eventos literarios nacionales e internacionales como México, Venezuela, Uruguay y Argentina.

Autora de los poemarios Las Máscaras del Cuerpo y Al otro lado de la guerra. 



Tarde de papel

Vuela el tiempo en las alas de un alcatraz
Vierte su fragancia en una tarde de olvido
Respira suavemente
Se detiene en la cortina de los ojos
Entrega sus manos blancas
y su herida de espina a la tierra
Vuela la tarde heroica
en la cintura de la tierra

Un olor a mango se extiende 
La tarde apoya sus ojos amarillos
Su cabeza lánguida se asoma por la ventana
El pasado cae en la frente
suelta el olvido
Una niña en medio de la lluvia recolecta pájaros de papel
El tiempo trae la imagen sin voz cargada de polvo
Es una tarde profunda de ojos antiguos 
juega a ser Dios
Se pierde indiferente con su ojo metálico 
y su boca de arcilla

Al otro lado, vaciamos las horas robadas
en una vasija de barro, que pronto caerá de las manos.



La otra


Ciudades infinitas
Monstruos marinos en la sangre aprisionan este espacio


El tiempo tiembla en los dedos
La duda besa los labios con su boca de piedra
Manos quebradas dibujan este destino
Condenado
Implacable.

Otra alma navega en mí,
Otra que conoce mis fiebres
Y mis guerras.
Es un eco en este laberinto de seres repetidos


La inocencia se confunde
El olvido picotea los ojos
Una lágrima se diluye.
Y
los recuerdos encrespados y
blancos se pasean en los rincones

Caballitos de madera galopean sobre los ruidos del pasado
Su tac tac tac se detiene en los oídos
Rondas infantiles arrullan y respiran

Todo pesa en mí

Ciudades infinitas y monstruos marinos de la sangre


¿Cuándo escribiré la última página de esta novela de hojas repetidas que ya
 comienza a envejecer?


Existencia


Para volver a ser lo que fuimos debemos

alimentarnos de luz y relámpago

revolotear en el ojo de Dios

sumergirnos en cataclismos

embriagarnos de mañanas ardientes

sentirnos selva

tierra

gritar la historia para no repetirla



Para volver a ser lo que fuimos debemos

crecer por dentro como luz filtrada en el dolor

Devorar los días para blanquear la memoria

Conocer el llanto de las estrellas

dividir un relámpago en las venas

Volar cometas con brazos de colores

y luego sentarnos a mirar cómo la tarde va guardando el sol en un bolsillo.

De: Al otro lado de la guerra
Editorial Caza de libros, 2014 





Virgen de fuego


Mirarte

es jugar a hacerle cosquillas a Dios

es sorprender una luna de seda alargada en tu sombra

Navegar por paisajes innombrables para tocar el alma húmeda de los ángeles

Es sacudir la fuerza del aire en una mañana de abril

es sentir una cascada desde lejos y ver cómo los árboles te abrazan


Mirarte

es ver el fuego de la lluvia

es resucitar en un cuerpo de hierba


es ir despertando en medio de una tarde roja.




Dios de pájaros 


Me habitan voces

árboles florecidos

mares lejanos

seres negros y blancos


Me habita una niña vestida de río

un disfraz de mariposa

una risa de acuarela

un perro cómplice


Me habita una tarde de ojos amarillos

calles talladas en los huesos, un impulso

un miedo que pestañea cuando da la espalda para aprender a morir


Me habita un amor de espinas

un canto suave de cuna

eucaliptos bañados de silencio

el alma del vino

un sudor verde en la sombra

una aguja cosiendo una lágrima

un siglo revoloteando en las manos de Dios

un rostro

una vida

el mundo y sus plegarias

un relámpago libre

una noche de centellas

una conciencia sin espantos

un placer amargo

la rabia

el perdón

un corazón de historias encerrado en la tierra

un espíritu de pantera


Me habita un pueblo de párpados cerrados.



 Ciudad olvidada



Lo que ves no es mi ciudad desteñida

No son mis aguas derramadas

No son mis silencios

No son mis guerras

No son mis cenizas



Lo que ves es el miedo

Un miedo de clavos que va por dentro

Un miedo que se alimenta de una ciudad seca

que traga árboles

que construye tumbas sin nombres

y le reclama al dolor sus hojas secas



Lo que ves es el tiempo vencido

petrificado y fatigado en un cuerpo

recogiéndose en la garganta.



Lo que ves es tu sangre vestida de hielo.


                                                                                     Fabiola Acosta Espinosa



jueves, 5 de julio de 2018

Edgar Ruales Ortiz

Coincido con la afirmación del poeta Ruales al decir que la poesía es el fruto más grande del hombre. A manera de complemento diría que la poesía es luz que reposa en la sombra, agua que fluye en el agua, quizá en dirección contraria. 

El poeta Edgar Rúales tiene un decir magnífico, ha elaborado una voz serena y afilada como la lluvia que se lleva por dentro.

Comparto una selección de poemas de su libro La palabra que nombra.

Bienvenido poeta al Claroscuro. 


Poeta vallecaucano.  Profesor universitario. Director de la Revista La Broka, Universidad Santiago de Cali. Coeditor de Rosa Blindada.

En 1989 recibe el premio Gabriela Mistral por su poemario Para instalarme en tu ternura.

Publicaciones: 

Las miradas hacen luz (1999), 
El silencio de los espejos (2003)  
La palabra que nombra (Editorial USC, 2008; Caza de libros, 2013; Rosa Blindada Ediciones, 2016).



La palabra que nombra
(selección de poemas)

El fruto más grande

El fruto más grande de un árbol es su sombra,
él no piensa,
deja pasar el aire
que siempre pasa.

La sombra de un árbol es su tiempo.
él no habla.

El agua de un árbol es un río
que suena a lo lejos.

A veces pasa un hombre por su sombra,
pero, como el aire, no se queda.

El fruto más grande del hombre es la poesía,
pero él siempre pasa
como el viento a la sombra de un árbol con su fruto.



La palabra otra
                                                                                                                         A María Mercedes Carranza 

Cuando toca me guardo las palabras
sin maltratarlas las escondo
las disimulo con vestidos ocres
azulencos o capuchones negros
Para que no se oigan las descalzo
y me las llevo como cristales finos
a un cuarto sin artilugios
donde sólo cabe lo que lleve
en las manos de mi memoria
A mi entrada encuentro gestos 
a la espera de las palabras
que llevo a mi taller de silencios
donde mis artesanos en alerta
continúan el trabajo de construir 
espacios no sumisos 
a los ruidos falaces de la palabra otra.



Noviembre y yo
                                                                                                                                       A Emmanuel

No me dieron a luz sino a penumbra.
Era noviembre, debió llover aquel día.
Aún llueve en mi cuerpo.

Mi primer grito llegó con ella
inserto en su música...
Esa lluvia será otra cuando me vaya.

Noviembre y yo abrazamos el fuego
torrentes sobre llamas
caminos de Eros hacia enero.



Tu reserva

Siempre estás en peligro:
te puedes morir a las cinco y ya son las tres.

Te quedan dos horas.

Fíjate, cualquiera llega y te desahucia,
pero no creas
un día, ya verás,
te morirás sin anuncios
por una bala perdida
en el más inesperado de los tiempos
por la mendicante avaricia de un hampón,
por un accidente de vuelo imaginario,
por una enfermedad sin defensas,
por el hijo que salvaste de la muerte
o por la eficiente muerte natural.

Te morirás,
incluso puede ser en una hora.
¡Creémelo!

Descarta el suicidio, no lo gastes,
es tu reserva.



Forma eficaz del recuerdo

No se trata de volver al pasado
Sino de traer el pasado al presente
Bien guardado en el olvido
Para que no se rompa



Inventa un nombre

Si algo te asusta y no sabes qué es
inventa un nombre,
sólo entonces habrás iniciado el exorcismo de tu miedo:
La palabra que nombra se apropia de lo oculto
agranda sus temores o confunde sus lenguas
para desplazarlo en cadena hacia nuevos encuentros
en las torres de tu olvido.


                                                                                        Edgar Rúales Ortiz

lunes, 2 de julio de 2018

Roberto Núñez Pérez

Todos buscamos algo, perdemos algo, encontramos, volvemos a perder, seguimos buscando, incansablemente. 
Todos incansablemente somos silencio, seremos ausencia. Ríos de distintas aguas, ríos, incansables ríos.

Comparto en esta ocasión poemas del libro Relación del perdido. Comparto la voz del poeta Roberto Núñez Pérez, 

Bienvenido a Claroscuro.




Roberto Núñez Pérez (San Antero, Córdoba, Colombia, 1968).
Reside en la ciudad de Barranquilla. Licenciado en lenguas modernas de la Universidad del Atlántico. Especialista en pedagogía de la lengua escrita de la Universidad Santo Tomás y magíster en educación de la Universidad del Norte.  Ha publicado libros y artículos pedagógicos y literarios en varias revistas tanto del país como del exterior.  En 1985 fundó junto a otros poetas el colectivo literario Calamar. Actualmente hace parte del Café Tertulia Tren de Luna y del Consejo Distrital de Literatura de Barranquilla.  Además de su labor poética trabaja como coordinador en la Institución Educativa Hilda Muñoz y como docente catedrático en la Universidad del Atlántico. 

Publicaciones: 

Concierto desde el último puente (2003)

Demandas del cuerpo/Poemas al margen (2008)

Relación del perdido (2013)

Reconocimientos:

Primer premio en la IV Convocatoria de Poesía y Cuento de la Universidad Autónoma de Barranquilla  (2012)
Primer lugar en el concurso de poesía "Sí, el poeta eres tú" de la Universidad del Atlántico (2014)
Menciones de Honor en el Primer Concurso Nacional de Poesía CUC (1999) y el VI Concurso Nacional Metropolitano de Poesía (2001,2002)


Persistencia del perdido

Quizá hoy no pueda asirla con sus manos,
quizá tampoco mañana;
pero la persistencia le impide hallarse
en los campos del derrotado.
Toda línea que dibuja la ciudad la convoca,
todo cuanto se halla en él,
la voz de quien se encuentra a su lado,
la risa y el llanto de quien aún desconoce.
Detiene los pasos en la esquina y cierra los ojos.
Parece como si ya no buscara nada,
mas navega en sí mismo.
Toda mirada constituye un viaje,
una travesía;
todo movimiento la búsqueda del tesoro.
En cualquier parte se halla e incluso así se esconde.
Inesperadamente,
a veces,
aparece e intenta atraparla como pueda,
con cualquier espada que derramada
extienda su cálida sangre sobre la sola,
la triste tierra.
Hay días,
meses
en los que camina y la pierde
sabiendo que se encuentra allí,
en todas partes,
que son sus ojos los que no pueden verla.
A su favor no tiene más que la persistencia.
A una sola victoria aspira:
ser el vencido
en cada encuentro.



Didáctica del padre

Enséñale, padre, a tu hijo,
que no hay mujeres santas,
solo que a veces sus ojos
lo cubren para que no tenga frío.
Dile que habrá días en que sus bocas
desplegarán los pájaros del cielo
porque ellas mismas en cielo se han constituido.
Hay en la piel de la mujer
un país que conduce al escándalo del fuego,
a la serenidad de la lluvia.
En sus dedos galopa sediento el amor.
A la mujer la corona la ternura
(la belleza tiene sus propios cantos).
Enséñale, padre, a tu hijo,
que no hay mujeres putas,
solo que a veces sus vientres
cumplen el papel de las manos y se tornan generosos.
Dile que hay en sus cabellos
una estrella que recuerda la inocencia.
Incluso la caída más baja obedece al amor.
No por hallarse el árbol tendido deja de ser bello.
En toda voz cansada habla una voz que llovió la tierra.
Enséñale, padre, a tu hijo,
que en una mujer se hallan todas.
La mano que bendice, acaricia;
la voz que arrulla, besa.
También la madre ha sido amante.


Luz de ciego

Ignora la transparencia del agua empozada tras la lluvia.
Sabe que es bella pero su mano no logra el verso.
Algo de sí debe quedarse en el estanque.
La fuente de sus ojos recrea el fuego,
el cielo y el infierno donde pastan las cabras.
Todo y nada es el mundo si no lo escribe.
Evita ser ciego y la mañana lo deslumbra.
La albura propone oscuridad.
Las manos han de saber manejarla,
domesticarla,
aunque al fin sea ella quien funde ciudades.
Sabe que el verso se halla en el cirio derramado.
Le corresponde a él construir el reino.
Sus torpes manos no lo logran.
Cuando cruza un río es el río quien lo transita.
Se define a través del espejo.
A él debe la derrota merecida.
Busca inútilmente una lámpara rota,
cegadora de luz al mediodía.
Quizá el poema yace bajo la piedra
o en las cien patas del ciempiés
y no necesariamente en el agua clara que bebe.
El verso más hermoso lo ha escrito
sobre el hueso de unas caderas.



Habla el perdido a los muertos del patio

Hay en el patio del perdido todos sus muertos:
el que cerraba de seguido sus ojos para ver mejor el
             mundo,
el que tuvo un hijo tan hermoso que nunca muere
             del todo,
el que ríe desde su sangre más íntima,
el que purifica el agua y lava las manos.
Hay en el corazón del perdido todas las muertes
             posibles:
la del amigo bajo la cruz del semáforo,
la de la niña en la ventana,
la del vino derramado en el sueño;
las no contadas,
las no encontradas.
¿Qué hace el perdido si sabe
que es el único que no muere,
el único que queda para recoger la sangre?
¿Cabrán todos sus muertos en el poema que ahora
             escribe?
¿Cabrán sus recuerdos y esperanzas?
¿En que ríos buscará el perdido sus dolores?
¿A qué amigos contará sus penas?
Habla el perdido a los muertos del patio.
Le avergüenza haberlos sobrevivido,
razón por la que decide
cantar un poco.



Geografía del cielo y del infierno

¿Dónde el cielo,
dónde el infierno?
Acaso se hallen en el mismo lugar
donde el río levanta su brazo
y desde la nostalgia
dice adiós a la tarde derramada,
o en el sitio donde se descubre
que el amor es un niño
vestido de aquello que se ama.
Cielo e infierno se juntan.
Ambos constituyen la geografía
en la que el poema ata y desata su lluvia.
Hay unos ojos grandes,
infinitos,
de los que brota la claridad que en el mar siembran
           las olas.
Hay unos pies que despiertan suaves
la hierba que duerme la mañana.
El cielo se construye con los restos del sueño derrotado.
El cielo lo constituye el espejo quebrado del agua.
Hay en el infierno una claridad que recuerda el cielo.
Hay en el cielo una sombra en la piedra que recuerda.
Nada sobra en la geografía que se delinea a cada paso.
En todo crepúsculo yace el sueño de la aurora.
El niño conoce la madrugada por dentro.
Hay en ella astros que fueron,
astros que llegan.
Toda caída sueña el sol que se levanta.



Agua mayor

Si buscas el pájaro más alto
indaga en tu corazón,
restriega en tus pensamientos.
El cielo no es más que una vieja canoa
transitando apacible el Sinú
o la tribu de cangrejos que entre el estiércol
funda los reinos de Caño Lobo.
La gracia de la mujer no se halla en su falda
ni en la dulce caricia que puebla tus noches,
sino en la forma de perfumar tu corazón,
de engendrar en tu piel
el río que navegaste en la infancia.
Cuando un hombre sufre recuerda que,
si tiene suerte,
allí están las palabras para nombrar su angustia,
para no atragantarse con la fruta amarga que se le ofrece;
pero también está el silencio,
antigua forma de decir ausencia,
de decir dolor,
abandono y soledad.
La vida es tan breve que no sabemos
cuánto duran sus cuchillos,
la plenitud del toronjil.Bueno el empedrado si lo acompaña
la palabra de un amigo,
el transparente incendio del vino.
La boca construye sus propios versos.
La gracia de toda mano radica en lo que teje,
en lo que acaricia.

La gracia de todo pensamiento se sustenta en la bondad.

Nada vale el corazón que no sangra.
Todo ojo puede ver, contemplar,
aun si está cerrado,
aun si es ciego.
Lo contemplado te contempla.
Nunca acaricies una mujer sin darte cuenta
y mucho menos sin que ella, como dormida,
lo perciba.
Triste placer aquel que no se regocija en sí mismo.
Toda agua transparente ha de hablar de ti,
de la piel de tu mujer,
de los ojos grandes de tu madre.
Si hallas el paraíso, disfrútalo;
quizá no dure más que un día.
Si tu pie pisa el infierno, no maldigas:
el infierno ha producido buenos versos.
Nadie que conozca el mar vuelve  a ser el mismo.
Dichoso tú que aún pequeño conociste
un mar y cuatro ríos.
El mayor de todos comienza en tus pies.


                                                                                   Roberto Núñez Pérez
                                                                                   Relación del perdido
                                                                                   Ediciones Exilio
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