Borrar la vida para dibujarla de nuevo, hacer varios borradores hasta dar con el adecuado, con el más parecido, con el más cercano. Sentir su olor de tierra mojada por la lluvia, consumirse en sus silencios bulliciosos, contemplar su belleza, sus heridas.
Cantar la vida hasta que sea himno en la garganta.
Bienvenida querida poeta Fabiola Acosta al espacio Claroscuro.
Fabiola Acosta Espinosa. Poeta barranquillera. Gestora cultural, cofundadora de la Fundación Artística Casa de Hierro, lidera espacios culturales para la ciudad de Barranquilla tales como Poetas bajo palabra, Encuentros de la niñez y su barrio y el Café al aire libre.
Ha sido invitada como poeta a diferentes eventos literarios nacionales e internacionales como México, Venezuela, Uruguay y Argentina.
Autora de los poemarios Las Máscaras del Cuerpo y Al otro lado de la guerra.
Tarde de papel
Vuela el tiempo en las alas de un alcatraz
Vierte su fragancia en una tarde de olvido
Respira suavemente
Se detiene en la cortina de los ojos
Entrega sus manos blancas
y su herida de espina a la tierra
Vuela la tarde heroica
en la cintura de la tierra
Un olor a mango se extiende
La tarde apoya sus ojos amarillos
Su cabeza lánguida se asoma por la ventana
El pasado cae en la frente
suelta el olvido
Una niña en medio de la lluvia recolecta pájaros de papel
El tiempo trae la imagen sin voz cargada de polvo
Es una tarde profunda de ojos antiguos
juega a ser Dios
Se pierde indiferente con su ojo metálico
y su boca de arcilla
Al otro lado, vaciamos las horas robadas
en una vasija de barro, que pronto caerá de las manos.
La otra
Ciudades infinitas
Monstruos marinos en la sangre aprisionan este espacio
El tiempo tiembla en los dedos
La duda besa los labios con su boca de piedra
Manos quebradas dibujan este destino
Condenado
Implacable.
Otra alma navega en mí,
Otra que conoce mis fiebres
Y mis guerras.
Es un eco en este laberinto de seres repetidos
La inocencia se confunde
El olvido picotea los ojos
Una lágrima se diluye.
Y
los recuerdos encrespados y
blancos se pasean en los rincones
Caballitos de madera galopean sobre los ruidos del pasado
Su tac tac tac se detiene en los oídos
Rondas infantiles arrullan y respiran
Todo pesa en mí
Ciudades infinitas y monstruos marinos de la sangre
¿Cuándo escribiré la última página de esta novela de hojas repetidas que ya
comienza a envejecer?
Existencia
Para volver a ser lo que fuimos debemos
alimentarnos de luz y relámpago
revolotear en el ojo de Dios
sumergirnos en cataclismos
embriagarnos de mañanas ardientes
sentirnos selva
tierra
gritar la historia para no repetirla
Para volver a ser lo que fuimos debemos
crecer por dentro como luz filtrada en el dolor
Devorar los días para blanquear la memoria
Conocer el llanto de las estrellas
dividir un relámpago en las venas
Volar cometas con brazos de colores
y luego sentarnos a mirar cómo la tarde va guardando el sol en un bolsillo.
De: Al otro lado de la guerra
Editorial Caza de libros, 2014
Virgen de fuego
Mirarte
es jugar a hacerle cosquillas a Dios
es sorprender una luna de seda alargada en tu sombra
Navegar por paisajes innombrables para tocar el alma húmeda de los ángeles
Es sacudir la fuerza del aire en una mañana de abril
es sentir una cascada desde lejos y ver cómo los árboles te abrazan
Mirarte
es ver el fuego de la lluvia
es resucitar en un cuerpo de hierba
es ir despertando en medio de una tarde roja.
Dios de pájaros
Me habitan voces
árboles florecidos
mares lejanos
seres negros y blancos
Me habita una niña vestida de río
un disfraz de mariposa
una risa de acuarela
un perro cómplice
Me habita una tarde de ojos amarillos
calles talladas en los huesos, un impulso
un miedo que pestañea cuando da la espalda para aprender a morir
Me habita un amor de espinas
un canto suave de cuna
eucaliptos bañados de silencio
el alma del vino
un sudor verde en la sombra
una aguja cosiendo una lágrima
un siglo revoloteando en las manos de Dios
un rostro
una vida
el mundo y sus plegarias
un relámpago libre
una noche de centellas
una conciencia sin espantos
un placer amargo
la rabia
el perdón
un corazón de historias encerrado en la tierra
un espíritu de pantera
Me habita un pueblo de párpados cerrados.
Ciudad olvidada
Lo que ves no es mi ciudad desteñida
No son mis aguas derramadas
No son mis silencios
No son mis guerras
No son mis cenizas
Lo que ves es el miedo
Un miedo de clavos que va por dentro
Un miedo que se alimenta de una ciudad seca
que traga árboles
que construye tumbas sin nombres
y le reclama al dolor sus hojas secas
Lo que ves es el tiempo vencido
petrificado y fatigado en un cuerpo
recogiéndose en la garganta.
Lo que ves es tu sangre vestida de hielo.
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