lunes, 9 de julio de 2018

Fabiola Acosta Espinosa


Borrar la vida para dibujarla de nuevo, hacer varios borradores hasta dar con el adecuado, con el más parecido, con el más cercano. Sentir su olor de tierra mojada por la lluvia, consumirse en sus silencios bulliciosos, contemplar su belleza, sus heridas. 

Cantar la vida hasta que sea himno en la garganta.

Bienvenida querida poeta Fabiola Acosta al espacio Claroscuro.



Fabiola Acosta Espinosa. Poeta barranquillera. Gestora cultural, cofundadora de la Fundación Artística Casa de Hierro, lidera espacios culturales para la ciudad de Barranquilla tales como Poetas bajo palabra, Encuentros de la niñez y su barrio y el Café al aire libre.


Ha sido invitada como poeta a diferentes eventos literarios nacionales e internacionales como México, Venezuela, Uruguay y Argentina.

Autora de los poemarios Las Máscaras del Cuerpo y Al otro lado de la guerra. 



Tarde de papel

Vuela el tiempo en las alas de un alcatraz
Vierte su fragancia en una tarde de olvido
Respira suavemente
Se detiene en la cortina de los ojos
Entrega sus manos blancas
y su herida de espina a la tierra
Vuela la tarde heroica
en la cintura de la tierra

Un olor a mango se extiende 
La tarde apoya sus ojos amarillos
Su cabeza lánguida se asoma por la ventana
El pasado cae en la frente
suelta el olvido
Una niña en medio de la lluvia recolecta pájaros de papel
El tiempo trae la imagen sin voz cargada de polvo
Es una tarde profunda de ojos antiguos 
juega a ser Dios
Se pierde indiferente con su ojo metálico 
y su boca de arcilla

Al otro lado, vaciamos las horas robadas
en una vasija de barro, que pronto caerá de las manos.



La otra


Ciudades infinitas
Monstruos marinos en la sangre aprisionan este espacio


El tiempo tiembla en los dedos
La duda besa los labios con su boca de piedra
Manos quebradas dibujan este destino
Condenado
Implacable.

Otra alma navega en mí,
Otra que conoce mis fiebres
Y mis guerras.
Es un eco en este laberinto de seres repetidos


La inocencia se confunde
El olvido picotea los ojos
Una lágrima se diluye.
Y
los recuerdos encrespados y
blancos se pasean en los rincones

Caballitos de madera galopean sobre los ruidos del pasado
Su tac tac tac se detiene en los oídos
Rondas infantiles arrullan y respiran

Todo pesa en mí

Ciudades infinitas y monstruos marinos de la sangre


¿Cuándo escribiré la última página de esta novela de hojas repetidas que ya
 comienza a envejecer?


Existencia


Para volver a ser lo que fuimos debemos

alimentarnos de luz y relámpago

revolotear en el ojo de Dios

sumergirnos en cataclismos

embriagarnos de mañanas ardientes

sentirnos selva

tierra

gritar la historia para no repetirla



Para volver a ser lo que fuimos debemos

crecer por dentro como luz filtrada en el dolor

Devorar los días para blanquear la memoria

Conocer el llanto de las estrellas

dividir un relámpago en las venas

Volar cometas con brazos de colores

y luego sentarnos a mirar cómo la tarde va guardando el sol en un bolsillo.

De: Al otro lado de la guerra
Editorial Caza de libros, 2014 





Virgen de fuego


Mirarte

es jugar a hacerle cosquillas a Dios

es sorprender una luna de seda alargada en tu sombra

Navegar por paisajes innombrables para tocar el alma húmeda de los ángeles

Es sacudir la fuerza del aire en una mañana de abril

es sentir una cascada desde lejos y ver cómo los árboles te abrazan


Mirarte

es ver el fuego de la lluvia

es resucitar en un cuerpo de hierba


es ir despertando en medio de una tarde roja.




Dios de pájaros 


Me habitan voces

árboles florecidos

mares lejanos

seres negros y blancos


Me habita una niña vestida de río

un disfraz de mariposa

una risa de acuarela

un perro cómplice


Me habita una tarde de ojos amarillos

calles talladas en los huesos, un impulso

un miedo que pestañea cuando da la espalda para aprender a morir


Me habita un amor de espinas

un canto suave de cuna

eucaliptos bañados de silencio

el alma del vino

un sudor verde en la sombra

una aguja cosiendo una lágrima

un siglo revoloteando en las manos de Dios

un rostro

una vida

el mundo y sus plegarias

un relámpago libre

una noche de centellas

una conciencia sin espantos

un placer amargo

la rabia

el perdón

un corazón de historias encerrado en la tierra

un espíritu de pantera


Me habita un pueblo de párpados cerrados.



 Ciudad olvidada



Lo que ves no es mi ciudad desteñida

No son mis aguas derramadas

No son mis silencios

No son mis guerras

No son mis cenizas



Lo que ves es el miedo

Un miedo de clavos que va por dentro

Un miedo que se alimenta de una ciudad seca

que traga árboles

que construye tumbas sin nombres

y le reclama al dolor sus hojas secas



Lo que ves es el tiempo vencido

petrificado y fatigado en un cuerpo

recogiéndose en la garganta.



Lo que ves es tu sangre vestida de hielo.


                                                                                     Fabiola Acosta Espinosa



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