El poeta reconstruye las gotas de lluvia cuando chocan con lo solido; la piel, las ausencias. Las suspende en el aire húmedo esperando evitar que se golpeen de nuevo.
Bienvenido poeta Felipe García Quintero al Claroscuro.
Felipe García Quintero (Bolívar, Departamento del Cauca, Colombia, 1973). Doctor en Antropología de la Universidad del Cauca, Popayán, donde es titular de Comunicación Social. Autor de siete libros de poesía compilados en La piedad (1994-2013), publicado por Mantis Editores en Guadalajara en 2013. Y de antología personales como Casa de huesos (2002) y Honduras de paso (2007). Su poemario Algún latido salió a la luz en México en 2016 por Valparaíso Ediciones. En Buenos Aires publicó Mirar el aire (2016, El Suri Porfiado). Obtuvo los premios Encina de la Cañada (1999, España), Iberoamericano Neruda (2000, Chile) y Eduardo Cote Lamus (2012, Colombia).
Felipe García Quintero
(selección de poemas)
Pájaro
(a los secuestrados de mi país)
A quien escucha la sangre ajada del silencio tañer su corazón, y la
vigilia del río le arrulla el sueño, yo lo imagino anidar sobre el
hierro inmarcesible de la selva, al picotear el óxido vegetal de sus
huesos.
Porque canta a lo lejos y vuela adentro, cautivo del cielo, yo lo
imagino jugar con el aire detenido que sostiene la mirada solitaria,
embriagarse con el vino crudo del crepúsculo, donde el horizonte,
a tajos, se derrumba.
Un puñado de tierra se amontona en los ojos cada mañana, si la
niebla voraz crece con el día cercado por el aliento. Y la espera,
como savia vive en lo profundo, siempre a ciegas, mientras la
hierba pisada brota nueva de la última plegaria.
Es cuando la lluvia se acalla y socava otras entrañas.
**
Mi casa como el desierto, no tiene techo ni puerta, sólo boca.
Mi casa, como la piedra, no posee vigas ni cimientos, sólo una mano empuñada la sostiene.
Esta casa la he construido quitando ladrillos y entregando mis huesos al vacío que resta.
La casa es oscura como mi voz en sus corredores.
Vivo en la casa que camino, la que acecho y me persigue como el gusano tras la carne enferma.
A cada grito se levanta; con cada silencio la destruyo
De Vida de nadie (1999)
**
uno cree en la escritura, Que la escritura es aire, y basta.
Mas el lenguaje habita la intemperie de la casa, persiste en la humana gravedad.
Porque escribir es cargar con la procesión de tu vida, con los enseres que no caben en otro rincón
que no sean los días, que uno tras otro son la nada.
Porque la muerte es irse y ya.
Y es la voluntad del amor el morir.
Sí, el amor del morir, la única escritura
De piedra vacía (2001)
**
LOS PÁJAROS clavan sus picos en mi carne.
Sobre mis palmas reposan. Beben el agua de mis ojos y mi lengua calla. La dicha de ser su alimento
no me alcanza.
Otra será mi gloria, no los cielos.
(1993)
Mas el lenguaje habita la intemperie de la casa, persiste en la humana gravedad.
Porque escribir es cargar con la procesión de tu vida, con los enseres que no caben en otro rincón
que no sean los días, que uno tras otro son la nada.
Porque la muerte es irse y ya.
Y es la voluntad del amor el morir.
Sí, el amor del morir, la única escritura
De piedra vacía (2001)
**
LOS PÁJAROS clavan sus picos en mi carne.
Sobre mis palmas reposan. Beben el agua de mis ojos y mi lengua calla. La dicha de ser su alimento
no me alcanza.
Otra será mi gloria, no los cielos.
(1993)
AQUÍ LOS ALIMENTOS detienen su transformación. Se agolpan en la
garganta
como niños muertos en la luz del vientre, el amado sepulcro.
Aquí los pasos no avanzan, no llevan ni traen, aunque se escuchen
alejarse cuando
llegan y tropiezan con uno adentro. Aquí la casa no es abrigo sino un pozo
cegado.
Aquí la escritura no llama, no alumbra.
El alimento no alimenta, los pasos no parten ni llegan: caen y caen en
una sola
música vacía. Aquí la voz se pierde entre sus oscuros cuartos.
Aquí no es un lugar.
(...)
De Vida de nadie (1999)
Felipe García Quintero
garganta
como niños muertos en la luz del vientre, el amado sepulcro.
Aquí los pasos no avanzan, no llevan ni traen, aunque se escuchen
alejarse cuando
llegan y tropiezan con uno adentro. Aquí la casa no es abrigo sino un pozo
cegado.
Aquí la escritura no llama, no alumbra.
El alimento no alimenta, los pasos no parten ni llegan: caen y caen en
una sola
música vacía. Aquí la voz se pierde entre sus oscuros cuartos.
Aquí no es un lugar.
(...)
De Vida de nadie (1999)
Felipe García Quintero
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