jueves, 24 de enero de 2019

Lucía Estrada

lo tus ojos penetran el abismo, en ellos está la luz para derrotar la noche.  

Bienvenida Lucía Estrada al Claroscuro. 



Lucía Estrada, Medellín, Colombia 1980. Poeta. 
Obtuvo la Beca de Creación en Poesía del Municipio de Medellín (2008), fue nominada por la UNESCO al Premio Internacional de Poesía “Ponts de Strugas” de Macedonia (2009) y obtuvo el Premio de Poesía Ciudad de Medellín (2005) y el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá en 2009 y 2017. 

Publicaciones: 

Fuegos Nocturnos (1997), 
Noche Líquida (1999), 
Maiastra (2003), 
Las Hijas del Espino (2006; 2008), 
El Ojo de Circe (2007), 
El Círculo de la Memoria (2008), 
La noche en el espejo (2010), 
Cuaderno del ángel (2012) 
Katábasis (Premio de Poesía Ciudad de Bogotá 2017)




Lucía Estrada 
(selección de poemas)

Escucha el canto que dejaste inconcluso
bajo las piedras.
Tu sangre nunca se detuvo.
Lejos de ti, en otros cuerpos hizo su parte.
Y ahora eres secreta suma de batallas y derrotas.
La herencia del viento que se pliega sobre si misma.

Muerde la fruta que abre la primera puerta
del laberinto del mundo,
y cómela lentamente, como quien emprende un viaje.

La fruta devorada
es otra vez el paraíso.


De La noche en el espejo





El círculo del poema

Cada poema abre otro silencio,
recorre las estancias últimas
de la palabra
para volver al todo.
Se precipita en el vacío
después de circular
de mano en mano,
de labio en labio
hasta que no queda ningún vestigio
de la sangre que acuñó su moneda.
Cada poema
un desafío al ojo atento
en el instante justo
de la caída.



Circe

Es la sombra
                lo que retengo

la belleza de alejarse
                           cada vez más

el infortunio de haber visto
                                  muchas islas

muchos mares
como a través
                               de un espejo roto

la muerte que representas
el número de animales muertos
                                       que representas

negro polvo que tus pies
han traído
hasta mi casa.

De: Las Hijas del Espino 



Aniversario

No es que el tiempo nos devore,
es que las cosas adquieren otro brillo,
una quietud de musgo y sombra
que las aleja definitivamente de nosotros.

Pero el árbol que dibujaste en la infancia
permanece intacto.
En algún lugar, tus ojos rehúsan el polvo,
se apartan del instante calcinado
y esperan a que otro cielo
les devuelva la mirada.
Acaso tú comprendas mejor
este duro vuelco.
La sangre y sus viejas historias
siguieron el curso de lo que tiembla en el aire
y no muere.
Un pájaro rodó en el viento seco
hasta perder el horizonte,
la casa desapareció tras el jardín
y cada rostro se reflejó en sí mismo
perplejo.
Los días avanzan
no se sabe hacia dónde,
pero en algún punto van a detenerse.
Preguntarán por ti, por nosotros,
y estas palabras que te traen a mi encuentro,
pequeños huesos ennegrecidos en la palma de mi mano
serán entonces
una respuesta insuficiente.



El aire se abrió lentamente con el sonido de las campanas,
y en los cuartos, cada cosa ocupó su lugar y su nombre.
Todo era posible bajo esa luz de invierno en la que 
señalaste un jardín cerrado,
un estanque vacío esperando por mis ojos. Era preciso
mirarlo con atención antes de que se diluyera en la sombra.
Estábamos inmersos en el paisaje, y las voces del jardín
venían desde adentro,
y las formas encontraban entre sí su correspondencia.
Algo dijiste del vacío, y a lo lejos,
la fuente brilló en su penumbra.
Esto es lo que soñamos. Hundirnos en la transparencia
y en el movimiento de la luz. Ella recorre paciente
lo que para nosotros ha perdido su misterio. Aquí 
están todas las cosas recién descubiertas,
y el mundo, cada vez más pleno de sí mismo,
cada vez más verdadero.
Puedo escuchar el rumor de las puertas que se abren
para conducirnos a otro silencio, y cómo cavamos en él
aunque las cuerdas de la voz se hayan debilitado.
El estanque se cubrirá de agua. Puedo presentirla.
Es oscura y asciende hasta tus ojos llenándote de extrañeza.
Pero delante de ti nada perderá su claridad.
Deja que tu corazón entable cercanía con la muerte,
que allí también encontrarás presencias luminosas.
Será entonces como si nunca
te hubieras apartado del camino: "El resistir lo es todo".

                                          
                                                                                  Lucía Estrada 


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