viernes, 5 de octubre de 2018

Jáder Rivera Monje

En la ciudad de Neiva, en el marco del Encuentro con la Palabra tuve el agrado de conocer y compartir con el poeta Jáder Rivera. Me conmueve y me maravilla su forma de nombrar las cosas, su decir del mundo, su atestiguar la vida, su triste y bello canto. 

Bienvenido Jáder Rivera al Claroscuro.

                                                                           Foto tomada de internet

Jáder Rivera Monje (Teruel, Huila, 1964).
Licenciado en lingüística y Literatura de la Universidad Surcolombiana. Realizó estudios de Maestría en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Javeriana. Fundó y dirigió las revistas culturales 
Indice de Literatura y Hojas Sueltas de Literatura. 

Distinciones: 

Primer lugar en el Concurso Departamental de Poesía José Eustasio Rivera  (1995)

Primer lugar en el Concurso de Cuento Humberto Tafur Charry (1995)

Premio Fomcultura “Colección de Autores Huilenses” con el libro de cuentos Diez Moscas en un platico con veneno (1998)

Premio Fomcultura. “Colección de Autores Huilenses” con el libro de dramaturgia El día sin horas (1999)

Publicaciones:

Prosas elementales (Samán Editores. Neiva, 1993), 

Los Hijos del Bosque (Trilce Editores. Bogotá, 1998),

Diez moscas en un platico con veneno (Fomcultura. Neiva, 1998), 

El día sin horas (Fomcultura. Neiva, 1999), 

Antología (Editorial Alquitrave, Bogotá, 2006) 

Inventario de casa (Finalista Primer Concurso Internacional de Libros de Poesía Fernando Charry Lara, 2015)

E-mail: riverajader@gmail.com


Inventario de casa 
(selección de poemas)



La guerra

...Y entonces se inicia la guerra.
La hierba emerge de las grietas de la casa
ronda sigilosa la humedad de las paredes 
y hecha abajo sus cimientos.

Mas, en los jardines,
en donde el capullo de la dalia engrosa,
pequeñas y dulces mujeres
sacan de sus senos los cuchillos
y derraman su sangre sobre la tierra.

Pero he aquí que la hierba ataca de nuevo.
Silba en lo alto de la loma,
baja ciega y brutal como un suicida
y ahoga con sus hojas los sembrados.

Para entonces,
ya robustos y oscuros hombres
armados de rencor y de metales
han cruzado veloces las distancias
y peleado a muerte con la invasora.

Yo miro impaciente.
De pie, en mitad de los campos, me pregunto:
¿Cuándo terminará definitivamente esta guerra
y se cerrarán confiados los ojos de los hombres?

"¡Nunca! ¡Nunca!", maldice la hierba.
Y la hierba se levanta después de su muerte
en las noches más frías y lluviosas
para ahogar en verde todo ojo humano. 



Lista de hombres

Esta es la lista de los hombres que fueron a la guerra
y nunca jamás regresaron.
Esta es la lista de los que aún yacen en los campos de batalla
mientras el tiempo del olvido gira redondo en el cielo.

Julio, el boticario, delgado como una vara;
el que oyó, en una noche silente y sin luna,
pasar la muerte pronunciando todos los nombres,
gritando su nombre al borde del delirio.

Pedro, el carpintero, que murió pensando en su casa:
blancas paredes, umbrales de labrada piedra
y un portal de fortísimo roble que debería mirar al oriente;
y una ventana, por igual, con geranios,
por la que entraran el sol y el canto de los toches.

Miller, el dulce amante que cantaba en las tabernas:
"¡Oh mujeres, mujeres, todas las mujeres!
¡Tan bellas, tan bellas!
Se me llena la boca al pronunciar sus nombres:
Laura, María, Azucena, Beatriz, Violeta.
Ustedes me matan si con esos labios me besan en la boca
si con esos brazos me anudan el alma."

Esteban, el orfebre, el pequeño dios artesano,
leve como la brisa,
atormentado por los presagios y los espíritus.
El que aún dormido tomaba a su esposa de la mano
para que no se lo llevaran las sombras.

Y Gabriel, el de bello torso,
el hombre por el que cantaban y lloraban las muchachas,
triste entre corazones rotos,
desmadejado por el agua de los ríos,
pálido bajo la sombra móvil de las ramas de los carboneros.

Antonio, el pajarero,
el que solía subirse sobre la techumbre de los bosques,
plantado en mitad de la batalla, desnudo el pecho,
empañados sus ojos por el hondo dolor y la sangre.

Y los gemelos Gutiérrez,
como un reflejo en el agua, uno mirándose en el otro,
confundidos entre el fuego y los metales,
las frentes sangrantes
y sus gritos atorados en la garganta.

Y los primos del otro lado de la loma, ¿te acuerdas?
Los que venían en las noches a cantarnos sus canciones,
los que vinieron una noche
y les cambiaron por fusiles sus guitarras.

Y los señores Fernández que aportaron las armas,
los oscuros cañones por los cuales saldrían dando gritos
sus propias muertes.

Y todos los soldados enemigos, ¿cuáles enemigos?
Mis hermanos, miles entre miles,
temblando como los nuestros de este lado;
sin vida sobre los sordos cauces de los ríos,
sobre los caminos soleados por donde solo pasan las bestias,
boquiabiertos como en mitad de una palabra.

Y también los que murieron de regreso a casa,
los que fueron abandonados en mitad de los caminos,
o sepultados, como hombres sin honor y sin patria;
los que aún son hoy piedra sobre piedra,
polvo sobre polvo, viento, solo viento y olvido.

Y también debo hablar de las mujeres,
porque ellas también murieron en la espera.
Las mujeres de aquí y de todas las regiones de Colombia,
todas y cada una de las mujeres que esperaron
el regreso de sus hombres, que esperaron,
que aún esperan.



Los mangos

Madre,
voy a colgar mi corazón
en una de esas ramas,
para que madure como las frutas
y se lo coman las aves.

Dichoso yo si mi corazón
entra en la sangre de esos seres,
o si una muchacha morena
hunde sus dientes en mi carne.

¿Pero qué pájaro,
qué muchacha morena
querrá mi corazón
para verter en su boca mi vida?

Madre,
voy a colgar mi corazón
en una de esas ramas,
para que madure como las frutas
y se lo coman las aves.



Llanto por la muerte de Esteban

Los hermanos se han reunido para llorar a ese otro hermano ausente. Es octubre. Madre decía que en octubre, cuando el papayo se estirara otro metro, madurarían sus frutos. Mas hoy aún están verdes. Solo hemos tenido noticia de la desgracia. Un rumor muy vago, como un oleaje de voces. ¿Quién lo ha matado? ¿Por qué tierras lejanas un amor o un amigo han limpiado la sangre de su pecho?

La madre viene y abraza los hijos y los hijos lloran con ella. Lloran un llanto de años, porque hace años, muchos años era muerto. ¡Y solo ahora traen la noticia! Todos estamos tristes y hasta duele en el alma escuchar el canto del gallo. Los hermanos ahora se miran y no hablan. Alguien vio el gesto del hermano muerto en el movimiento de una mano y ocultó el rostro para no dejar ver las lágrimas.

Los hermanos se han reunido para llorar a ese otro hermano muerto. Al Esteban que cantaba en la plaza de los pueblos. Es octubre. Madre decía que en octubre madurarían las papayas; pero solo la muerte ha madurado sus frutos. 



Infancia

Venía la lluvia, despacio, sobre los tejados. Y bajo el chorro de los canales, por las acequias, descalzos y riendo venían los niños. Los niños de los hombres pobres, mientras los otros miraban por la ventana, sonrosados, tristes, bajo enormes sacos de lana. Llovía y era una fiesta allá fuera, sobre las hierbas, sobre los charcos, sobre los altos almendros, quejumbrosos bajo el peso del viento y del agua.

Y yo miraba, niño de rico, a través de la ventana, el juego del agua y el chapoteo de los pies descalzos, pequeñitos de edad y de frío. Yo miraba escurrir el agua de los rostros y empapar toda la ropa, mientras solícita, mi madre, me apartaba de la corriente de viento. Allá afuera quedaba la lluvia sobre la cabeza de los niños pobres, alegrándoles la vida de privaciones, haciéndoles olvidar el hambre y los vestidos rotos. Y los niños pobres sabían de mi tristeza y se acercaban a la ventana, colocaban su rostro contra los vidrios pañosos y conmigo sonreían.


                                                                              Jáder Rivera Monje



Inventario de casa
Poesía
Jáder Rivera Monje
Finalista primer Concurso Internacional de Libro de Poesía
Fernando Charry Lara 2015
Universidad Central 
Ediciones Exilio

4 comentarios:

  1. Gracias por toda esa tristura y apego a la tierra, a la familia, al amor. Un abrazo desde tierras paisas

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  2. Querido Francisco eso y más hay en este hermoso libro Inventario de casa. Transitas por sus hojas y vas recorriendo los campos, vas escuchando el río, oyes las lágrimas suspenderse en los ojos.
    Un abrazo querido amigo

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  3. Me parece fascinante el contenido de esta página y la entrevista hacia el escritor Jesús Buelvas y la forma como ve la poesía y como le sirve a el de motor de vida, la forma en la que habla de tener una comunicación con la literatura como si se tratara de un amigo o en su defecto una persona del común, muchas gracias por la lectura.

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  4. Me parece increíble como el escritor Jesus Buelvas toma la forma de ver la poesía como motor de vida ,como él tiene una comunicación con la literatura como si de un hermano se tratara ,es increíble el contenido de la página ,y la entrevista.
    es fascinante que el escritor Jesus Buelvas haga todavía esto ,que ya se esta perdiendo poco a poco.
    Hernando peña

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