miércoles, 10 de agosto de 2016

Mabel Escribano Usero. Los poemas


Tú,
que no eres nada,
como no lo soy yo,
que ni nido tengo,
ni recojo hilos
o ramas secas para hacerlo.
Tú,
que ni cicatrices puedes mostrar,
porque son caras de ver,
aunque estén ahí,
y por pudor ni las enseñas,
ni se notan.
Tú,
que tienes miedo de asustar al miedo,
que no enciendes las luces de tu alma,
no fuera a ser,
que no alcanzase tu corazón
a pagar tanto recibo.
Sal a la calle y grita tu nombre,
di tu nombre,
que yo junto al tuyo
diré el mio.
Ven a matar la prepotencia a gritos,
a punta de hambre de justicia,
a patadas de pérdidas,
a rabia de infamias.



¡Ámame!

Ámame cuando el viento muera
contra los cristales de las ventanas,
donde tu distancia marca la mía,
sobre la pluma desprendida
del más común de los pájaros
anidando en el vacío
que ha dejado tu cuerpo en el mío.
Imagina la triste quietud
del mar dormido
bajo la fría mirada
de un cielo gris,
avaro testaferro del sol,
tras las nubes de los silencios obligados.
Ámame cuando la noche palidezca
viendo llegar la aurora,
y sueñes con un día azul
prendido de nuestras manos.
Ámame en la larga o corta distancia,
donde tu suspiro alcance el aliento del mio.


Azul y triste

Digamos que el cielo
está de luto,
aunque ése azul que viste
haga que no lo parezca.
Que tu sonrisa sea una mueca
para disimular que te ahoga
el miedo a no tener su mano,
a mano.
Que nos callamos
para no decir lo que tememos,
y el horizonte pase de mirarnos con hastío
a hacerlo con cierto mimetismo,
saque sin esfuerzo
una nube de su inmenso bolsillo
y la haga llorar, azul y triste.



Lo que soy

Como el agua,
arrastro fango propio y ajeno.
He besado orillas
de las que no recuerdo el sabor.
Me han encerrado en acequias,
enjaulado en estanques,
con peces de plástico.
En mi delirio, desesperada
he sido agua subterránea
a punto de ahogarme
en mi propio lodazal.
La tierra generosa
me abrió su vientre y salí a la luz,
corriendo aún joven entre riberas
acariciada por los verdes sauces.
Hoy vuelvo a ser.
No presumo de afluentes,
todos somos ríos
con destino a un mismo anonimato.


                                                           Mabel Escribano Usero

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