lunes, 11 de junio de 2018

Alirio Quimbayo Durán


Ver el mundo, ver a través del mundo, descubrirse, adentrarse en los laberintos oscuros de la mente sin soltar el hilo, levantar la primera piedra y construir su propia casa de cantos-silencios, y sombras de luz.

Bienvenido Alirio Quimbayo al espacio Claroscuro. 


Alirio Quimbayo Durán, Girardot, 1957

Poeta, ensayista, cronista y cuentista. Licenciado en Español e Inglés de la Universidad del Tolima.
Especialista en Enseñanza de la Literatura, Universidad de Ibagué. Docente de Lengua Castellana e Inglés.  Condecorado con Medalla de Oro a la excelencia lírica y designado Miembro de Honor de CADELPO (Casa del poeta peruano), Lima, Perú, 2018

Publicaciones:

El tiempo líquido de las mariposas, 2011. Premio Porfirio Barba Jacob 

Residencia en la otra orilla, 2010. Premio Nacional El Quijote de acero. (Maribelina, Casa del Poeta Peruano, Ciudad de Lima, 2018)

Ha participado en varios encuentros de poesía tanto en Colombia como en el extranjero, tales como:

VIII Encuentro Mundial de Poetas Juliaca, Perú, 2014
Festival Internacional de Poesía Equinoccial. Quito, Ecuador
VIIII Encuentro Internacional de Escritores, Acayucán, México, 2015
IV Festival Internacional de Poesía de Managua, Nicaragua, 2016

Residencia en la otra orilla 
(Selección de poemas)


Invocación de última hora

Si es que no me consume
antes el insomnio o una deuda;
mañana cuando despierte
el periódico sobre la mesa
no tendrá más noticias mías.
Nada grave en el mundo de Los Nadie.
Seré otro insepulto deambulando
entre la hipocresía de alguna gente.
Nos obsequiaremos simulacros 
en el lugar de trabajo, sospecharemos
del reloj, desearemos las mujeres ajenas
como quien desea volver de la muerte
sólo para develar sus misterios.
Mañana cuando despierte
(si la tesis de grado no me asesina antes)
no sabré si es hoy o es ayer;
lo indagaré en la médula del día.
Quizás, descubra en el bullicio
de quienes asisten a la agonía de las horas
el ángel de mi guarda sin alas,
podría ser la vendedora de minutos;
sí, la misma de falda roja en la plazoleta,
le reclamaré ¿por qué nadie contestó
mi última llamada a Dios?


Residencia en la otra orilla
                                                                                                      A Gabriel Arturo Castro Morales

Construiste tu residencia en la otra orilla
de esta página. Escuchaste los mensajes,
piedra sobre piedra fundaste tus ideas.
Levantaste las paredes como un canto general;
en la chimenea quemaste, al fin, tu exilio.
Erigiste las columnas de fuego
con fragmentos de historias;
pusiste por cielo imágenes olvidadas
en los ojos tristes de los ghettos,
encerraste en los laberintos de las horas
tus monstruos recién engendrados.
Y con las palabras no pronunciadas
has edificado tu refugio.
Jamás desoíste los oráculos,
desde allá fundaste tu residencia;
en el corazón del silencio...
habitas aquí en la otra orilla.


Sentado a la orilla de esta sombra
                                                                                                               A Khalil Gibran

Sentado a la orilla de esta sombra
follaje de mis luchas contra el viento;
estoy a la espera de la flor del día
convertida en savia, en sangre de pueblos,
en incienso camino de hormigas
hacia las estrellas en el insondable firmamento. 
Mis manos vienen de las orillas de los desheredados
saben cómo palpar la escritura en el corazón
del árbol; mi oído aprendió como traer a la vida
los versos ocultos entre sus círculos
tallados por los años. Savia convertida en danza
de guerreros, en mares poblados de barcos,
en ronda de niños trepados en las nubes;
en lluvia tejiendo sus hilos sobre tejados,
en vuelo de aves migratorias
que hacen sus nidos de agua y sonidos,
de plumas y gorjeos entre las hojas
de las noches mientras arrullan la luna
los enamorados con sus voces y cantos.
Estoy sentado a la orilla de la vida
para ver cómo la Tierra escribe sus poemas
cuando de las semillas de los árboles 
brotan en los ojos de los ausentes
los versos reverdecidos.


Itinerario hacia el destierro
                                                                                             Al Maestro Otto Ricardo-Torres 

Antes de Job fue el caracol;
reloj de la paciencia
deshaciendo guerras y desgracias;
mitigando el dolor de ausencias.
De conversaciones sin pausa,
saborea el rocío del silencio
sobre las nervaduras del mediodía.
Su destino es la eternidad;
va tras el nacimiento
de la profecía. Llegará último;
lo supo al contemplar
el descenso de una estrella fugaz.
Nunca ha renunciado
a seguir la curvatura del tiempo;
los últimos serán primeros se dice.
Ya no valen murmuraciones,
está escrito en las leyes
de los relevos generacionales.
Si se fatiga; reposará sus sueños
junto a los huesos del profeta,
cerca de la pira del patriarca
reiniciará su itinerario hacia el destierro
yendo sobre el verde de la hierba
que vigila el cumplimiento
de su eterno retorno. El caracol
se diluirá como ropajes en la penumbra
tal como nosotros solemos diluirnos,
antes que anochezca en los refugios;
entre los escombros de las ciudades
con nuestra pesadumbre a cuestas.


Metamorfosis

La sombra digiere la luz
que la hoja convirtió en sangre
para que la hormiga
indagara el verso
por donde desciende la lluvia.
La semilla oculta haces de luz,
bosques en penumbra;
donde la claridad
no combate la sombra
porque ambas nacieron del útero
sideral de la noche;
juntas brotaron del día
como hormigas aladas,
como hojas de otoño,
y como ángeles caídos
en descenso hacia el limo.


                                                                        Alirio Quimbayo Durán

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