miércoles, 5 de septiembre de 2018

Ergoletrías





Colibrí 

Mi boca es refugio,
la vainilla oculta entre piernas.
Tú, girasol desnudo,
Yo, artista conjugado,
Humedezco de ambrosía.

En lo alto brota un desliz,
Son dos gotas,
las rozo hasta fluir.
La esencia me transporta al reino.
Con movimientos impacientes floreces para mí.

Reboso en todos los amores,
miro al cielo,
los pájaros alzan vuelo,
se pueblan las nubes,
se viene el invierno,
sobre ti cae la lluvia.

Camila Alejandra Gutierrez





Milagros 

Hay quienes creen en los milagros 
y hay quienes crean los milagros.
Lo milagroso de los milagros 
es que se producen, dijo Chesterton.
Lo milagroso de los milagros 
es que no se producen, contradijo Spinoza.

Yo no creo en los milagros. Yo creo en Milagros.
Milagros es la belleza hecha mujer,
la mujer hecha milagro.
Milagros es el milagro hecho para mí.

                                                                      José Ermides Cantillo Prada



Vereda 

En el árbol, además del fruto,
se mece el ahorcado.
Padre, ángel, poeta, deudor. No lo sé.
Contemplo el árbol, sus polvorientas ramas.
Calculo la distancia que existe
entre mi y el árbol. No hay pájaros.
Migraron a otros lares. El campo es inmenso.
La brisa inclemente y menuda va y viene.
El fruto del árbol es maravilloso.
Pruébelo antes de tensar la cuerda.

                                                        José Ermides Cantillo Prada 




Ángeles domésticos

En la casa hay ángeles que cortan el pan.
Uno no los ve, claro, pero que cortan el pan,. lo cortan. Y pellizcan el queso,
dejan el rastro de sus dedos en la mantequilla y apenas saborean la malteada.
A la entrada de la cocina les hemos construido una trampa enorme. Pero si acaso amanecen regadas sobre el piso unas escasas plumas.
Con una de esas plumas escribo este poema.
Uno no sabe de dónde vienen, pero vienen, siempre hambrientos.
Parece que una chispa de metal los crea, una simple moneda al caer al pavimento ardiente o a veces al aflojar un grifo saltan del ruido.
Se han tomado la casa y a veces no nos dejan nada que comer.
Ha aumentado el hambre desde entonces
Y la trampa no funciona para nada,
Unas sucias plumas que ya aprendimos a comer.
Les hemos untado el pan de veneno, pero tal parece que la muerte es para ellos el estado más 
perfecto de su inocencia.
No son tampoco ladrones a sueldo,
O deben serlo, a lo mejor, de esas artes de lo invisible. 

                                                                           Nelson Romero Guzmán 

                                                                                      


Ergoletrías 


Revista Ergoletrías
Año 2 No 2 Semestre B de 2014
Universidad del Tolima 

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