lunes, 10 de septiembre de 2018

Juan Carlos Acevedo Ramos

La vida es lo que sentimos nuestro, lo que creamos, en lo que creemos. La vida está hecho a nuestra medida, justa y precisa. Es la trascendencia de un verso, de una luz, de una sombra. 

Bienvenido poeta Juan Carlos Acevedo al Claroscuro. 

                                                                                                              El poeta y Zues

*¿Quién es Juan Carlos Acevedo?

Un lector, quiero responder sin ninguna pretensión. Uno que ha gastado sus ojos en las páginas de innumerables libros, en las historias de muchas novelas, en los poemas de tantos autores, en los cuentos de todos los tiempos. Uno que busca, a través de la palabra oral o escrita, hablar de esa pasión que es la literatura. Pero también soy yo, soy un hijo, un hermano, un amigo, un compañero y he dedicado mi vida a los libros: a su lectura, a su cuidado, a su difusión, a su escritura.


*¿Qué es poesía?

En una antología de poesía colombiana que reunió la Universidad Autónoma de México en su revista Punto de Partida bajo el nombre 12 poetas colombianos, escribí una suerte de poética, que creo puede ser la respuesta a esta pregunta: Hace años, cuando era lector de malos versos, pensaba que la poesía era una especie de magia, un truco con el cual un hombre sorprendía a otro a través de la palabra. Con los años y la lectura de versos mejores llegué a pensar que la poesía era una suerte de alquimia, según la cual un hombre convertía una palabra desgastada y llena de herrumbre en una bella palabra revestida de un nuevo significado. Ahora, cuando los años se sumaron a mi estatura y me enfrento solo y desprotegido a un libro de poemas, y leo unos versos como por ejemplo: “¿Quién si yo gritara, me escucharía entre las órdenes angélicas? Y aún sí si de repente un ángel me apretara contra su corazón, me suprimiría su existencia más fuerte. Pues la belleza no es nada sino el principio de lo terrible” del poeta Reiner María Rilke o unas líneas así: “Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos” / “Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos” —escritas por Vicente Huidobro—, he descubierto que la poesía (más que magia y alquimia) es un acto de deslumbramiento bajo el cual el hombre está subordinado al redescubrimiento del mundo. Y deslumbrarse ante el mundo cotidiano es resucitar en las horas de la noche y de la niebla. Tal vez por eso la poesía —en palabras de María Mercedes Carranza— “ayuda a vivir”.


*¿Por qué creer en la poesía?

Por una sencilla razón: La Poesía es la huella que los hombres de todos los tiempos han dejado en cada época de la humanidad. Es a través de la poesía que el hombre da testimonio de la existencia de sus dioses y de sus días en la Tierra. A través de La Poesía contamos la historia de todos nosotros.


*¿Qué poetas han influenciado tu voz?

Ahora, cuando el correr del agua bajo el puente ha pasado tantas veces sé que mi tono coloquial busca otras voces próximas y son muchas a las que debo agradecer, y aunque enumerar siempre supone olvidos, puedo nombrar en nuestro idioma a Roberto Fernández Retamar, Fayad Jamiz, Gabriela Mistral, Idea Vilariño, Roque Dalton, Héctor Rojas Herazo, Eugenio Montejo, en portugués a Carlos Drummond de Andrade, y tres o cuatro a los que regreso siempre en busca de enseñanzas: Jorge Luis Borges, León Felipe y Jorge Teillier, y no puedo dejar de nombrar a Walt Whitman en el idioma inglés que ayudó a liberarnos.


*¿Cuál es tu concepto sobre la actualidad de la poesía colombiana?

Uno favorable, muy favorable. Ajeno a discusiones de finales del siglo pasado, creo que en Colombia si existe una tradición en la poesía y en la actualidad nombres y obras de autores nuestros son reconocidos por la crítica, la academia y los lectores en muchos países que ostentan una tradición poética mayor. Las nuevas generaciones, las novísimas están en una búsqueda, uno lo puede notar en lo que escriben y publican, en lo que leen en festivales y encuentros, llegará su momento de consolidación o desaparición, pero las voces que nacieron cerca de la segunda mitad de siglo XX hoy recogen lo sembrado durante años muy aciagos del país y todas esas voces son nuestro referente, desde ahí podemos nombrar una decena de buenos poetas en Colombia y al decir buenos poetas están nombres y obras de hombres y mujeres por igual que han logrado ser puntos de partida para posteriores generaciones. 
Además hoy son muchos los premios y convocatorias que buscan dar valor al trabajo poético, se suman las editoriales universitarias, las independientes y poco a poco las oficiales que apuestan por la publicación de poetas, sin olvidar los festivales y encuentros que aumentan y no podemos dejar de nombrar las revistas (físicas y virtuales) que difunden la poesía colombiana cada día. 


*¿Qué tanto influyen la poesía y la lectura en la formación de valores en la sociedad?

No sé si la poesía o la literatura o el arte deba influir o no en los valores de una sociedad. Creo que un poeta hace lo que mejor sabe hacer: escribir y desde la lectura, un lector busca respuestas ajenas a valores, modas, sistemas. Pienso que en el fondo otras disciplinas podrían responder mejor esa pregunta.


*¿Con qué palabra te identificas?

Dije atrás que Whitman ayudo a liberarnos, por supuesto la palabra libertad me gusta mucho. Deberíamos tenerla como principio. Aunque  a menudo nos atamos, ¡qué complejos somos!. Ahora bien  libertad es algo así como la cualidad de ser libre. A su vez “ser libre” se emparenta con crecer y liberar y, acaso, ¿esas dos últimas palabras no son las que buscamos a través de la poesía?


*¿Cómo va el movimiento cultural y literario de Manizales?

Esta es la ciudad que habito a la que regreso y la que me gusta sentir y veo fuerte ambos movimientos. Aquí el teatro, la música y la literatura son muy fuertes, cada día y cada noche una agenda cultural se desarrolla y uno cree, en el fondo, que estas tierras de montañas y lluvia son propicias para que la movida cultural tenga éxito.  
En cuento a la literatura gozamos de todo tipo de manifestaciones, y la ciudad da cabida para todos desde eventos tradicionales (Feria del Libro y Festivales de Poesía y Literatura, por ejemplo), hasta nuevas apuestas de foros, seminarios, tertulias y clubes de lectura. Sumando el éxito que tienen muchos de nuestros escritores en el mundo editorial y de medios gozamos de buenos tiempos. 


*¿Hacia dónde va la poesía?

Hacia la resistencia. Recordaré que alguna vez dije: a la poesía no hay necesidad de defenderla. Sola ha sobrevivido a catástrofes, humillaciones, y gobiernos. En los peores tiempos de la humanidad se dejó ver en las paredes y los muros de las  grandes ciudades, en las libretas de apuntes de los estudiantes, en la piel de los adolescentes, en la música que inventaron.
Y con el tiempo, como su mejor aliado, supo dejarse descubrir en una canción de rock, en un mensaje que alguien cuelga en el muro de Facebook, en el trino que los usuarios de twiter hacen llegar a sus seguidores.

Tres  mil años después de que el gran Homero cantara para recordar a Helena y contarnos las hazañas de Ulises, o el inteligente Dante inmortalizara su búsqueda de Beatrice Portinari, o el sabio Rey Salomón nos enseñara las etapas del amor y el erotismo en su libro mayor El Cantar de los cantares, y Neruda en su Canto General nos dejara apreciar que nada es imposible para el hombre americano; hoy que el mundo es un sinfín de intentos fallidos, hoy cuando crucen la calle y piensen en los seres que aman o tropiecen con las cosas simples de la vida recuerden que ahí está La Poesía. 

Tal vez la poesía atravesará la calle vestida de miseria o convertida en un solitario perro. Quizá sea una bella muchacha con olor a jazmín y también se convierta en la furiosa luz naranja que -al final de la tarde- manche las fachadas de altos edificios y aún más, puede ser la delgada neblina que envuelve la infancia o la mano limpia de la muerte, entonces lo que verán será la historia de todos los hombres hecha poema y desde ahí la poesía será un acto de resistencia del hombre contra la fugacidad de los días.  


BIOGRAFÍA 

Juan Carlos Avecedo Ramos. Manizales, Caldas. 1973.

Ha publicado los libros de poemas Palabras en el purgatorio, Palabras de la tribu, Los amigos arden en las manos, Noticias del tercer mundo, Todos sabemos que el poeta es un fantasma y Los huéspedes secretos
Sus poemas hacen parte de antologías en España, Rumania, México, Uruguay, Perú, Chile, y Colombia. Ha obtenido los Premios Nacionales de Poesía “Descanse en Paz la Guerra” (Casa de Poesía Silva) y "VI Premio de Poesía Carlos Héctor Trejos".
Es autor del libro de historia Las letras que nos nombran, Revisión de la literatura del Viejo Caldas. En la actualidad es el Promotor de lectura y escritura de la Secretaría de Cultura de Caldas.



El veneno de los días 
(selección de poemas)


Tú me haces posible

Decidí cambiar los días por palabras
y mi mundo a dos tintas
vio hacerse la música cuando pasaste a mis páginas.
La poesía fue mi elección
-el insomnio me persigue desde entonces-
tú elegiste ser lámpara sobre el río del tiempo.
Habito una región entre el trópico y la selva
mi escudo es la palabra guerra
tu dices que no tenga miedo a la palabra corazón.
Desde niño mis manos cerradas
han sido puños certeros en el ojo del enemigo
hoy las abres para acunar tus miedos.
En mis días mejores
decidí habitar el territorio amorfo de la noche
ahora me das tu cuerpo tibio como hogar
para mis pesadillas.
Yo escogí la soledad,
tú pusiste un niño en mi camino.
Tú me haces posible.
Sin ti apenas sería poco más que un fantasma
que habita entre fantasmas en un país a medio nacer.
Y todos sabemos
que el Poeta es un fantasma
menos tú que me ofreces tu casa.
Así, sin pensar mucho en ello,
recojo agua entre mis manos
para lavar mi sombra y continuar.



Correo de la Noche

                                                                                       “En las noches vacías en que regreso,
                                                                                         todavía, me arrepiento de haberte arrojado 
                                                                                         tan lejos de mi cuerpo”
                                                                                                                              Ismanel Serrano

Bogotá,
el otoño se abre paso a través de la muchedumbre,
es hora del alumbramiento
y un tren herido se aproxima desde una esquina,
un tren –que es mi sombra o mi vacío- silba;
mientras una fina estela de humo me recuerda tu cuerpo,
altar donde, años atrás, oficiabas el Ritual de la Luna Llena.
Hoy es lámpara, fuego tibio para los días sin piel.

Esta ciudad siempre fue esquiva y hostil.
Te perdí en ella
como quien pierde la infancia después del primer beso.

En esta hora opaca
El Correo de la Noche trae noticias tuyas,
noticias que llegan en las voces de mendigos y de borrachos
los mismos a quienes daba un pan o una moneda.

Bogotá,
es la hora del deslumbramiento
y tu recuerdo viene a llenarme de preguntas,
a entorpecer mis palabras,
a hacer inútiles la música, el llanto.

El Correo de la Noche trae noticas tuyas

y una llama arde en el pecho.



Un tren silba para encender la ausencia

                                                                                                        “… aquí, en la Tierra, hace mucho
                                                                                                                                     comenzó a llover
                                                                                                            y me he extraviado -como tantos-
                                                                                                                                          en la soledad”
                                                                                                                                 
                                                                                                                                        Santiago Mutis

Rudimentario crece este amor
en el pequeño espacio en que habita tu voz. 
Llegas en la estación del pan,
y me recuerdas que el tiempo -ajeno y amargo-
es apenas un beso o una caricia 
en medio de los sueños donde siempre llueve.
Rudimentario y frágil, 
hecho de miedos y esperanza,
de soledades y puertos 
a donde llega la noche
recordándonos 
que es el último vagón 
de un tren 
que silba para encender la ausencia.
Rudimentario como el canto de los niños,
como el color de las astromelias
como tu sexo tibio donde está mi reino.

Crece entre calles sin nombre,
entre gentes grises de oficina 
y listas de mercado y goles en la tele.
Así, 
Elemental y cursi, 
subordinado y lleno de costuras,
veo pasar este amor, 
lo veo en el parpadeo del amanecer, 
en las gotas de leche derramadas 
en la frente de los hijos,
en el desespero y en el llanto 
y en silencio de la madre que eres.
Rudimentario como la piedra, 
como el árbol primigenio de Adán,
como el agua fresca de tu vientre. 
Este amor
hereje y cómplice,
compañero y verdugo.
crece 
mientras un tren silba
para encender la ausencia.




Conjuro para la ausencia

No sé dónde fue con el último estallido de la guerra.
¿Dónde estás? He olvidado tu país,
esa derrumbada nación del sur
donde la felicidad los sostuvo alguna vez.
¿Quién me asegura que sobreviviste al horror?
¿Dónde estás?  ¿Cuál es tu nombre?
Viene tu recuerdo a estropear
la débil paz en que creemos
y no puedo saber cuál es tu aroma.
Tal vez tenías una esencia azul, herbórea, andina.
Quiero olvidar ese olor a pólvora que mancha
los días en que la felicidad se asomaba bajo tu falda,
pero el olor de la guerra es lo único que queda.
Y con mis manos te invento
bajo un campo sembrado de café.
Estoy solo y me faltas
para ir al cine, a las canchas de fútbol,
a las reuniones familiares
donde odio jugar juegos de mesa,
para ir tranquilo a la cama y derrotar el insomnio,
para llenar mi corazón con tu sangre.
Digo hace falta. Y al pronunciar esas palabras
mis labios te reconocen y te haces lejana,
y mi sangre, que eres tú, se agita.
¿Dónde estás?

He olvidado tu nombre, tu aroma, tu voz…


                                                                            Juan Carlos Acevedo Ramos

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