lunes, 3 de junio de 2019

José Martín Valencia


Llenar la cabeza con imágenes refractadas, cambiar el movimiento, la dirección, la velocidad, enconderlos en la bruma, y seguir caminando con la brújula apuntando el sur. 

Seguir caminando hasta fatigarse.

Seguir caminando hasta los escombros

y buscar la vida.

Bienvenido José Martín Valencia a CLAROSCURO



José Martín Valencia, Santiago de Veraguas, Panamá, 1994.
Estudiante de Licenciatura en Humanidades en la Universidad de Panamá.
Antes de pasar por las aulas de Literatura, estuvo estudiando Derecho y Música.




* ¿Quién es José Martín Valencia?

Es curioso, mi composición está preñada de existencialismo y creo que nunca me he intentado responder esta interrogante a conciencia. Puedo decirte que soy un tipo tímido con mi literatura, aunque la gente que me rodea diría que soy bastante extrovertido; el punto es que nadie sabe cómo se desarrolla el universo interno del vecino y así nos vamos.
Sin ánimos de complicar esta redacción con crisis de identidad, tengo 24 años, nací el 28 de septiembre de 1994 en Santiago de Veraguas, Panamá y estudio la Licenciatura en Español en la Universidad de Panamá; antes de pasar por las aulas de la literatura, estuve estudiando Derecho y luego Música.


* ¿Para ti qué es poesía?

Para mí, la poesía es el arte de entregarse sin medidas al discurso de las emociones y los sentimientos; poner los dedos, con sal, sobre las llagas y enfrentarse a las historias que más nos incomodan, pero esta incomodidad es la garantía de que aún estamos vivos. Escribir un poema sería esta oportunidad de desnudarnos la vergüenza, los miedos, las risas, el dolor y los pecados más infames sin palanca de frenos. La poesía es ritmo, luz, penumbra y, sobre todo, salvajidad.


* ¿A dónde te ha llevado?

Sin duda la poesía me ha llevado a un descubrimiento profundo de mí mismo. No quisiera romantizar más el concepto de la poesía, pero cuando escribo un poema me hago tantas preguntas, que jamás me haría en una situación regular, y esas constituyen un catálogo inmenso de dudas sobre mí que me mantiene en un constante cuestionamiento, también, de los otros.



* ¿Cómo defines tu estilo, tu voz poética?

Malparidez existencial, así lo definiría.


* ¿Qué poetas han influenciado tu voz?

No sé si será raro, pero no soy de los que lee gran cantidad de poesía. Mi lectura está más inclinada a la narrativa, aun así, la poesía me sale de la tripa. Sin embargo, Octavio Paz, Federico García Lorca y Pablo Neruda han sido los poetas que me han cautivado principalmente.


* ¿Con qué palabra te identificas?

Divergente.


* ¿Cómo está el movimiento cultural en tu país?

Afortunadamente, en los últimos años, se ha levantado una ola de artistas y el movimiento de visibilidad de los mismos está cada vez más fuerte. El Museo de Arte Contemporáneo ha abierto sus puertas para ser una institución más inclusiva y desarrolla campañas constantes para que la ciudadanía sepa que el Museo es de todos y no solo de “los cultos”. Además de que se están poniendo de moda los micrófonos abiertos ―antes era completamente desconocida esta actividad― y han resultado ser un éxito como espacio de entretenimiento y para generar relaciones entre los artistas. Hay demasiado trabajo por hacer, pero nos estamos moviendo y se nota.


* ¿Qué opinas de la poesía en las redes sociales?

Las redes sociales ahora lo son todo y el arte ha sabido encontrar su espacio en todas ellas. Yo, personalmente, soy un fiel seguidor de muchos poetas cibernéticos. Cabe destacar que son una oportunidad grandiosa para mostrarse al mundo, algo que hasta hace unos lustros era impensable y solo leerían tu poesía si estabas publicado en papel. Las reglas del juego han cambiado y tenemos que aprovechar estos beneficios que nos ofrece la tecnología con el inmenso alcance que podemos lograr a través de ellas, donde publicas algo y dos minutos después lo están leyendo cientos de personas de diferentes zonas horarias.


* ¿Hacia dónde va la poesía?

Honestamente no sé qué tan visionario sea para responder a esa pregunta, pero últimamente he notado que la tendencia es la brevedad. Nos guste o no estamos viviendo en una era de agitación sin igual y las cosas (el arte no es la excepción) van adoptando esa prisa, ese ritmo, para seguir marchando. Veo que la poesía se está encaminando cada vez más a la simplicidad del idioma, abandonando su acostumbrado uso de palabras rebuscadas, acercándose a un mensaje más directo, con menos filtros estéticos y lingüísticos.




Escombros

Hoy he sufrido nuevamente
los caprichos de la mente,
la acidez de la memoria
y la saña de los sueños
porque has resucitado
desde los escombros
que sostienen mi poesía.

Hoy he vuelto a morir
por dentro,
se marchitaron otra vez
mis ojos
y he ganado una pesadumbre
enorme
perdiendo mi poca dignidad
en la corriente del llanto.

Ahora sé que los besos
no se borran,
que la oscuridad
hace brillar más los recuerdos
y que tu fantasma
vivirá en mí
por muchos años,
quizá toda la vida,
y no será absorbido,
nunca,
por la infinitud de la historia.


Ansiedad

Caballos entre mis versos,
no tuyos ni nuestros,
cabalgan sin ningún orden
relinchan desde mis labios
galopan sobre mis dedos.

Hay caballos con pasos lentos,
también se escuchan pisadas fuertes;
caballos que corren
con la prisa de mi mundo.

Algunos reposan en silencio
pero los escucho respirando
¿Has escuchado el rodar del tiempo
sobre tus pisadas?

El fuego viste a alguno de ellos,
ni relinchan ni cabalgan,
respiran humos blancos
que se resuelven en la danza
de bailarinas fantasmas.



Despertar

Nos aterra estar solos,
tanto que aceptamos
las sobras del destino,
las limosnas del azar
y los residuos del tiempo.

Pero ¿cómo olvidar
lo que aún no se ha ido,
lo que sigue preso en la memoria
y preña el aire
con aromas familiares?

Tan aterrados nos vemos
en la fragilidad de las noches
cuando el llanto y la risa
se elevan hacia la danza
eterna de las constelaciones.

Desdicha, repudio,
cansancio y miedo
marcan el compás
del temblor que me asfixia;
las noches son noches
porque aún no me veo.

Y ya no hay tragos amnésicos
ni polvos, con sortilegios,
que ofusquen los recuerdos;
ahora todo se construye
frente al prisma
de un universo sobrio.


Transbordo

He habitado tantos cuerpos,
tantos rostros,
tantos sexos
y tantos placeres
que me he ganado el nombre
de Pecado Original
por haberme inventado
dos que tres nuevos
y haberlos perfeccionado 
en la corriente de los años.

Han sido tantos olores
los que han pronunciado mis poros
que desde hace un tiempo derraman
la fragancia primaria sobre mi dermis
y se corre por mi cuello
y mis axilas
deslizándose por mis manos
y huelo al mundo.

Calla, calla...
me ordenan otras voces
que fueron mías
en otros tiempos,
en otros cuerpos,
en otras bocas
y reconozco las palabras
aunque estén en otras lenguas
y luego cierro fuerte los ojos
para volver a abrirlos y reencontrarme
con paisajes que ya había visto
pero olvidé entre conexiones.

Entonces mi nombre
deja de sonar hueco
y se suma al eco
de otros nombres familiares
que resuenan en mi nuca
por detrás de mis orejas
y me repiten los pasajes
de los libros que he olvidado,
me repiten cada sílaba 
de los nombres que amé;
me recuerdan todo aquello
que olvidé en el transbordo.

                                                                            José Martín Valencia 

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