domingo, 25 de agosto de 2019

Hernán Vargascarreño

Los silencios, todas sus formas, todas sus pieles cubren y desgarran nuestros cuerpos, nuestras memorias, nuestras nostalgias. 

Los silencios en todos sus lenguajes labran nuestras miradas.

Bienvenido poeta Hernán Vargascarreño a Claroscuro. 



Hernán Vargascarreño (Zapatoca, Colombia, 1960). 
Poeta, traductor y editor. Docente de literatura egresado de la Universidad Industrial de Santander. Dirige la revista de poesía Exilio. Se desempeña como docente en la ciudad de Bogotá.

Publicaciones: 

País íntimo (2003), 
Piedra a piedra (2010), 
El viaje (antología) (Ediciones UIS, 2012), 
Tempus (2014), 
Montuno (2016) 

y sus traducciones al español en ediciones bilingüe: 

 Almenas del tiempo, de Edgar Lee Masters
¿Quién mora en estas oscuridades?, de Emily Dickinson
Antínoo, de Fernando Pessoa.

Distinciones

Premio Nacional de Poesía Antonio Llanos (Biblioteca Centenario, Cali, 2000); 
Segundo finalista en el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá IDCT (2002);
Premio Nacional de Poesía Sin Banderas de la Casa Silva (2003); 
Premio Nacional de Poesía José Manuel Arango (2010). 

En el 2012 fue uno de los cinco profesores ganadores del Concurso Nacional de Cuento RCN-Ministerio de Educación. 

Sus libros han sido publicados por la Universidad del Magdalena, Universidad Industrial de Santander, Universidad Externado de Colombia, Ediciones Exilio, y ha sido incluido en ocho antologías nacionales y extranjeras, incluyendo una en portugués publicada en Portugal y otra en inglés publicada en Estados Unidos.


Montuno
Hernán Vargascarreño
(selección de poemas) 




Cuchillos 

Con este cuchillo he matado varios animales, he capado verracos y he abierto exquisitos frutos -nunca quisiera matar a un hombre. Siempre lo llevo al cincho. A los seis años me lo entregó mi padre: Esa es su hombría mijo, a cuidarla.

Cuando lo afilo en silencio, brotan de la piedra mis extraños pensamientos, los que voy afilando también para mis futuros días. Cuando lo hago brillar poniéndolo al sol, pienso en la vida de otro hombre, tan oscuro como yo.

Apenas tiene unos centímetros, y sin embargo, es el único limite entre dos machos de estas montañas. Por él se nos va la vida en un instante. Por eso lo respetamos tanto, por eso nunca lo mostramos y lo acariciamos en secreto como algo sagrado. Tan brillante él, pero tanta sombra que hace. 



Las bestias

Arreamos las bestias pero en realidad arreamos nuestros propios silencios. El camino mil veces hecho lo sabemos de memoria. No hay desvíos ni esperanzas de voltear el mundo.

Una música nos espera en el pueblo. Una cama de alquiler y unas monedas para el placer con las hembras. Afuera, las bestias nos esperan en su sombra como la silueta de un sino que nos pertenece.

Camino a casa, por estos montes de silencio, el recuerdo se nos vuelve un guindajo de nada al pensar en el aroma de las mujeres alquiladas y tenemos que sacudirnos las sombras para recordar que somos. Lo mismo hacen las bestias cuando relinchan y se sacuden de estos caminos solitarios, ya cayéndonos el oscuro encima, cuando los montes cantan su desolada canción mientras van engullendo la noche. 



La casa 

Al remontar la montaña
una casa abandonada
se sostiene apenas
en los delicados hilos del olvido.
Los montes, condolidos por la pena,
evitan cualquier eco de sus lamentos
y los engullen en sus neblinas
para mitigar en algo
el duro paso de los peregrinos.
El viento, como una forma del tiempo,
ya ha destrozado puertas y ventanas,
y entra y sale a su antojo
transfigurando las quejumbres del abandono
que se esfuman ladera abajo
haciendo rodar sus huesos invisibles.




El llamado

Miguel, mi padre,
va manejando un camión
cargado de vituallas;
con sus veinte años
atraviesa anhelos y montañas
mientras el motor arranca ecos
hermanos de estas soledades.
Ahora está muerto y no lo sabe.
Mi madre, Luisa María, a la vera
de la carretera distingue ya
el ruido del motor a la distancia,
y su belleza de virgen campesina
se agita en sus olores a café y
a limoneros; va rumbo a Zapatoca 
y siente ya en todo su cuerpo
el llamado de un hombre taciturno.
Y yo, mirándolos desde muy lejos,
atisbando el momento de su encuentro,
buscando una sombra de dónde asirme,
tallando un corazón en lo oscuro
y presintiendo el relámpago de la vida.
Tuve que esperar ocho años más
para ser el séptimo en sus entrañas,
cansado un poco ya de tanta espera
pero alegre al fin y al cabo
cuando la luz lacró mi día.
Sigo viendo a mis padres,
lejanos ya de tantos años sin hablarme
porque de pronto se acabaron sus palabras.
Y también veo a mis hijos
recibiendo mis caricias, mi cariño, 
esperando para siempre el llamado
de sus sombras que nunca existirán. 



Sombras 

Cuando llegamos a la cima
y atisbamos el primer recodo del camino
que baja entre neblinas,
vimos ya sin asombro
que nuestras sombras iban adelante,
algo lejos, ya perdiéndose en el recodo.
Nos guiaban a su manera para cuidarnos
de los peligros de caer a los abismos.
Nosotros las seguíamos a nuestro ritmo,
recelosos,
cuidando de no perder sus siluetas,
no fuera que una de ellas se desbarrancara
y por pura humanidad
se llevara nuestros cuerpos.



Ancianos

En esa sombra de casa vive una pareja de ancianos. Todos los días se mueren pero siempre lo olvidan. Ya no tienen perro ni animales, nada mueve el rancho. Tenemos que venir un día de estos a desyerbar sus patios.

Pasemos en silencio para no despertarlos. Así, cogidos de la mano y dormidos sobre aparejos, no saben que existen aunque exhalen sombras. Mejor para el rancho, que ya los sueña en otro mundo pero por costumbre los sigue cobijando para no dejar morir sus muertos. 




10

NADA FUE CIERTO.
Ni siquiera el tren
en el que en este momento te ves partir.
No te molestes en promesas ni despedidas
ahora que se acabaron todos los paisajes.
Tú mismo, más que nadie,
has sido solo sombra de espejismos.
Alguien Oscuro por fin te lleva a casa
mientras los trenes soñados
siguen pasando
como sueñan las horas insulsas
sobre las piedras.

                                                                        Hernán Vargascarreño



Montuno
Hernán Vargascarreño
Prólogo de William Ospina
Libro finalista del Premio Nacional de Poesía Ministerio de Cultura 2017 

1 comentario:

  1. hermoso poemario, lleno de fuerza de estacas surgidas del silencio. propio del montuno de pura cepa.

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