jueves, 26 de mayo de 2016

Carmen Jurado Torresquesana. Los cuentos

"...Cuando la luciérnaga se apagó, tuve miedo, Jonás. tuve un miedo antiguo, de los que se enraízan más allá del vientre de nuestra madre, un miedo ancestral de arterias que se desprenden de la Fuente... un miedo que no sé explicar, carmesí, como la oscuridad que tanto asusta a los niños mal rematados. Así, sin quererlo, me recuerdas que el verdadero peso se mide en la ausencia, que por breve que sea es siempre agujero a la altura del pecho, un agujero más.  Lejos de mi siento temblar tus huesos, será que como los míos, últimamente piensan un poco en la muerte... Será que me pesas... a mí, que tanto he querido soltarme los apegos. No tengo remedio".

Fragmento de Cartas a Jonás, 2013




Os voy a contar un cuento...Un cuento...no para dormir, sino para que os despertéis cuanto antes...Un cuento sin desembocadura, un túnel a ningún lugar...Otro cuento infinito.

-¡Dame ESO!-resopló Madre Agria, como un fuelle, arrebatándole a su hija de un zarpazo lo que por todos los medios pretendía ella esconder de su vista.  Niña Rata la miro con el ojo feroz...Su pupila roja se dilató en ese instante al ver morir en las manos de su madre el fruto de otra noche.  (Os hubieseis asustado si la hubieras visto como la vi, con mi ojo secreto-el de la nuca, por donde entró la bala- desde el retrato en el que aparezco yo de espaldas sosteniendo una colmena en el regazo, entre ellas dos, que ocultan el rostro tras sendos antifaces negros.)  -¡ Ay hija! ¡Cuanta imaginación tienes!- le reprochó agitando vehementemente la cabeza mientras arrojaba al fuego el rollo de papel, escrito por las dos caras, con aquella letra diminuta y apretada, de rata, que decían todos.

Madre Agria desprendía un olor peculiar cuando se enfrentaba a su hija, como a amapola sudada, y a queroseno... y a cable quemado también...y a otras cosas sin nombre.   Y lo hacia cada amanecer, cuando el sol abandonaba su cripta vestido de verde y miel, elevándose sobre la raya muerta que separaba los dos tonos de gris-horizonte...lo llamaban los viejos-.
En su interior -eso nadie lo sabía, salvo el omnisciente administrador de la palabra- Madre Agria sentía como centrifugaba su útero, gestando abisales criaturas de sombra, pero sus enaguas,, la fruncida falda y el delantal de delfines que le cubrían el vientre, lo ocultaban, porque Madre Agria sabía disfrazarse muy bien, con varias capas, como todas, para no levantar sospechas.  En cambio Niña Rata dejaba ver sin reservas lo que le había tocado ser, soplando certeza sobre las sospechas levantadas, para airearlas, negándose a enrollar bajo el vestido de lino su repugnante rabo pelado con el que abatía los horribles jarrones de mamá en cada huida... -Demasiada imaginación hija...demasiada... ¡Pero yo haré que te canses!-añadió amenazante con esa mirada pantanosa de los ojos verdes que se han echado a perder engullendo muertes y cardos.  -Y una mierda- replicó por dentro Niña Rata, siempre lo hacia, salivando espumosa furia, mientras roía con sus incisivos la tercera de las cuatro esquinas de la mesa por no contestar: "No madre, no me cansaré." (Oh, si la hubierais visto como yo la vi, con mi ojo secreto-el de la nuca, por donde entró la bala-...con su ojo feroz clavado en Madre Agria.. .y el sumiso azul turquesa, vuelto al sol...que hacia un ruido de polea oxidada al elevarse , cada vez más chirriante).

Un amanecer más, madre e hija ejecutaban el mismo ejercicio redondeando el círculo... secuestro, furia, incendio y...¡golpe! -¡SAL DE AQUÍ DE UNA VEZ!-chilló Madre Agria fuera de sí, en posición de propinarle el primero.  El palo de aluminio de la escoba se dobló al impactar contra el cráneo de la niña.-¡PARA YA!-se mezclaba el óxido de las poleas con el metal del chillido... Otro golpe... Niña Rata roía más deprisa... -¡No quiero volver a repetírtelo!-otro...¡PARA YA!¡ME ESTÁS DESTROZANDO LA MESA!   Y dos golpes más que sonaron como dos gotas de sangre al caer en un caldero vacío.  No había en aquella casa un solo objeto con las esquinas intactas. Todos los cantos estaban roídos, desesperadamente roídos, y todas las paredes escritas con palabras rayadas.  Niña Rata obedeció al fin, apartando el hocico de la mesa y de un salto salió de la sala donde la chimenea veía morir cada día, al despuntar el alba, su labor. Tan rabiosa estaba que no notó la caricia del ángel que le revolvió el pelo al pasar junto a ella. Pero Madre Agria si vio el ángel y sintió...terror. Entonces, inesperadamente, el sol se soltó de la polea.

Fragmento de "Otro cuento infinito"


La canción en élfico

"...Perjuraron amor cuando llovimos sangrantes sobre sus cabezas y les dimos a sus bucles cenicientos el rojizo rubor, y al blanco de sus ojos en éxtasis un escorzo de luminoso carmín, y al arco del soportal del labio tembloroso una puntada.
Nos eligieron entre un mar de peces, por ser de los abisales -monstruosos- y portar en la frente un cuerno de luz...

Festejaron el encuentro con un millón de gominolas y ramas verdes.  Aseguraron haber dormido en la misma celda sobre la marca que nuestro cuerpo dejó.   Nos llamaron "amiga", "hermana", "mi amor", "la mitad de mi alma", "sangre", "reflejo"... "dolor".  Nos pusieron nombres nuevos, nombres de asesina, diosa, cortesana, nodriza, nombres de asteroide, de suburbio... De bestia que nunca existió.

Como mantram vibraron en sus voces , y sin ser nunca nuestros nombres llagaron sus lenguas florecidas.  Nombres que duplicaron el peso de la atmósfera sobre nuestras coronillas y aumentaron la vistosa giba que hoy cargamos.
Así creyeron reinventarnos donde no teníamos carne, y tomando el barro nuestro en sus manos untadas de miel llevándoselo a la más grande de sus bocas -después de haberse tragado las abejas y el panal- 
A imagen suya nos soñaron mientras nos soñaron... Mas... no duran mucho los sueños.
Amor...  Amor pixelado, vinculado a la electricidad caprichosa  y a la pereza que roía melosa el lóbulo izquierdo del furtivo cazador, confinado en un archivo secreto de pornografía imaginaria y carne sin calor. 
¡Se hubiesen dejado cortar la sombra de su mano recaudadora por defenderlo!
¡Hubiesen desollado a quien hubiera osado asomárseles por el agujero del vientre desenmascarando su nada!.  Después su "amor", ahito de fuego fatuo y médula, contrahecho, empalagado...se enrolló en si mismo como el bicho bola que era y dejó de mentir... Bueno fue que así fuera.  Aligerada entonces, la fragancia de la planta carnívora en la masacre, permaneció en la memoria del agua por un instante, su silueta feroz...  E incrementándose nuestro saber acerca de las pequeñas cosas y nuestra ya descomunal ignorancia  acerca de lo Grande". 
Esto fue lo que la niña de la olla cantó mientras en la oscuridad arrastraban el pesado cuerpo del Gato. Pero lo cantaba en élfico. Porque en élfico todo suena mejor y casi nadie lo entiende...  

Tampoco ella sabía bien qué quería decir la canción, pero era algo que debía cantar cuando se apagaban las luces y se arrastraba a alguien.  Solía acompañarse tocando el triángulo, para lo cual, tenía que dejar el murciélago de peluche en el suelo que la miraba embelesado, desde donde la mirase, con sus ojitos de japonés, y retirarse las largas mangas que le cubrían las manos y mostrar sus curvadas uñas pintadas de verde.  El triángulo lo tocaba muy bien.
Y yo me dormí... porque al final, después de todo. ya había aprendido a hacerlo.


Fragmento de "Otro cuento infinito"




                                              Carmen Jurado Torresquesana

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