martes, 12 de septiembre de 2017

Guillermo Eduardo Pilía. Los poemas

La voz trabaja a pérdida

La voz trabaja a pérdida, los dedos
se corroen. Hablo y soy como un niño
herido por el agua.

Ahora tengo este dolor que es de sílabas
cribadas por la lluvia, desgastadas
bajo el diente del pudor y del tiempo:

aroma de cal húmeda en las obras
en construcción; perfume de alquitrán
que ascendía de las calles más nuevas...

Todo es como un verano de mi vida
sin conciencia de la muerte, una huella
sin glorioso ni mísero destino.

De Herido por el agua


Detrás de un vidrio opaco he visto un mundo

Como el santo, llevo ocultas mis máculas,
mis bubas, mi albarazo, así parece
que convalezco de un mal metafísico

Detrás de un vidrio opaco he visto un mundo
con los labios en llagas. Y no he ido
más allá de mi laja o mi baldosa:

igual que un cuadripléjico, que un tísico
que después de postrado varios meses
ya no acierta a tentar los viejos pasos:

el que un día, sin dolor, reconoce
que aquel juego de piernas y tobillos
nunca fue caminar.

De Herido por el agua



Todos llevamos una grieta invisible

La lluvia arranca este día las hojas
perennes, aquellas que no debían,
al menos en el año, perecer. También
hoy soy hoja que la lluvia ha arrancado,
uno más de los que tienen su cuerpo
del color de un niño ahogado en un charco.
Aquel de quien la tormenta procede
es Aquel hacia el que voy arrastrado.
Y estoy como la tinta desteñida,
que no mancha ni impregna los cajones
con su perfume a alcanfor. Qué fatiga
tenernos que morir...Si yo hubiese sabido
que todos llevamos oculta una fisura
de nacimiento, una grieta invisible...

De Ainadamar




Una flor que lenta morirá

En las mesas de luz de los enfermos
se amontonan sin orden muchas cosas
con tristeza infinita: un vaso de agua
a medio beber, remedios, goteros,
un reloj que ya no entra en la muñeca
-medida de un tiempo entre el dolor
y el hastío-
pulseras y anillos inútiles, papeles
con la letra apretada y sin pena de un médico;
y una flor que lenta morirá - como imagen
en espejo - o tu rostro, Dios mío.  Objetos
que hablan de lo mucho o lo poco que
le amaron,
del que vela a su vera, del que viene
sólo por compromiso; del ausente,
del incapaz de mentir por amor.

De Ainadamar


                                                                    Guillermo Eduardo Pilía


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