Poema de la abuela Lucrecia
A mi tía abuela Lucrecia Franco
Hubo alguna vez
allá por las fiestas de San Juan
alguien que se sigue llamando
Lucrecia con trencitas para llevar los días
y arco iris a cuadros
donde el guarrús no falta nunca
ni tampoco la buena pataleta
en defensa de nosotros los niños
Sus huevos fritos no son más
que el sol de los venados y la luna menguante
en que mi padre cortaba el encenillo
Abrazada en las tardes a un horcón del patio
cultiva miradas azulejas
de tanto irse de memoria
hasta los riscos de la sierra
Desde los rincones de la cocina
su cuerpo de escopeta de fisto
custodia todavía las floridas de adobe
Aún mantiene la manía
de soñarse enroscada
junto a la cachivachería
que guarda en los canastos
-Hay que estar en todas como Roque Puya-
dice Lucrecia
cuando nos demoramos en hacer un mandado
Cantaora de coplas a los amores insoportables
al tiempo de cardarse con gránulos de tierra
Olvidábamos decir
que con sus manos de carbón incandescente
extiende la ropa del picur
donde resalta el estampado del perejil y el ajo
en eso de las medias nueves
Ahora
mientras ya jamás jugamos la pelota de papel
y uno tras otro hemos ido abandonando la casa
le quedan unas cuantas monedas
entre el nudo blanco de los senos
para invitarnos a una ronda de vikingos
Demasiado limonero y lombrices
para ir por el mundo
como gallina clueca sin polluelos.
De La saga de los clavellinos (Universidad del Valle, 2008)
Clima tropical de montaña
En este clima tropical de montaña
la sangre se forma en los amigos
la mirada va siendo la nostalgia de unos ojos
que la vida se llevó río abajo
Acá por las ollas del guarapo
entramos en las casas
a saludar las visitas
que nos presentan las libélulas
Hay adioses de bijao
que envuelven con la brisa del Suárez
nubes mensajeras de este olor a guayaba
que nos quedó por alma
de este corazón maduro de gusanos blancos
al que ni siquiera su propia tierra lo recoge
laderas iluminadas de camuros
que mastican nuestra esencia de abismo
desde cuando nos desterraron del ombligo
Si algo hemos sido
es ese tren que no alcanzamos a vivir
pero nos pita en la memoria
cuando madrugamos
en la palabra de nuestros abuelos.
De La saga de los clavellinos (Universidad del Valle, 2008)
Lo que tengo
Un rostro de guijarro
pulido por los sueños
de mis antepasados
Sapitos muchos sapitos
para llevarte serenata
hasta esa orilla negra
trenzada de relámpagos
Manitas muchas manitas
para pintarte
un vestido con flores de guayaba
en el remolino salvaje
de tu cuerpo
Un caballito de madera
para que recorramos
los mapas de las nubes
Un columpio
para llevarte al cielo
donde danza el infierno
que calienta mi alma
Soldaditos de plomo
muchos soldaditos de plomo
para cuidar tus sueños
de muñeca de trapo.
De Temblor de isla (Rosa Blindada Ediciones, Cali, 2016)
Canción para Carmen Emilia
Mi vida está pendiente de una rosa
Ella es hermosa y aunque tenga espinas
Me la voy a llevar a mi ranchito
Porque es muy linda mi rosa momposina
José Barros
Confieso haber vivido
recostado en una mecedora
mirando pasar
un vestido de taruyas
que monta en bicicleta
y reparte arroz con coco
cada vez que se ríe
Con sus brazos de agua
donde la piel cantora
de los bogas
palpita de nostalgia
el humo azul de las aldeas
Con su cola de totumo
que se alumbra de música
a medida
que se entra en la noche
Con su mata de pelo acalorada
donde la luna sabe a jugo de naranja
Con sus muslos de canela
por donde las iguanas trepan
para beberse el cielo
Con sus senos de atarraya
que abren sus plomos
para soñarse
con los pescaditos de oro
del coronel Aureliano Buendía
Yo
gobernador de la ínsula Barataria
soy aireado en mi delirio
con sus manos de palmera
que me dicen adiós.
De Temblor de isla (Rosa Blindada Ediciones, Cali, 2016)
Álvaro Neil Franco Zambrano
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