Al margen de un cuaderno de Antonio Porchia
I.
Abriendo la jaula
del pájaro,
no para ver su vuelo emancipado,
para encerrar allí
mis pensamientos.
II.
He olvidado
cada una de las letras de mi nombre.
Sólo ahora me reconozco.
III.
Todo respirar del hombre
es una luz
que se destruye a sí misma.
IV.
Miento,
sólo para que todos
reconozcan
la verdad
en lo dicho.
V.
Cada día
el humo va al fuego
como nosotros al útero.
VI.
El alba de la noche me precede,
el bastón de la ceguera me contiene.
Caída
Estos pasos huyen
como piedra lanzada al precipicio.
Me he derrumbado muchas veces,
pero sólo me existo
contemplando la luz
de mis heridas.
Hay pocas cosas por decir
Íbamos por el sol recogiendo esparto,
la antigüedad de la lluvia purificaba nuestra sed.
la huella de un árbol urdió el nacimiento
y un tañido de pájaros liberó el verbo sagrado.
Vimos al polvo milenario de los elementos
ejecutar la danza de las profundidades.
Vimos a un niño sin pabilo atizar la herida
donde van a parar dioses inmolados.
Pero el árbol y la piedra han callado,
y al fondo del sol la noche abrió su paracaídas,
un velo imposible
ungido con la peregrinación de la sangre.
Ahora,
he nacido de nuevo
despoblado por una música de lanzas extintas.
Me pesa más la cicatriz del vacío
en el cuenco de la mano.
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Hay pocas cosas por decir en este mundo,
pero nos sobra el lenguaje.
Lluvia
Hay un bosque de páramo en la noche del sueño,
un corazón
hecho malezas
entre el fango y la niebla que encanece la montaña.
Hay una sepultura
con cántaros de oro para recoger el vaho impuro del mundo.
Lo que buscamos en el origen de la lluvia
es el alimento,
no el camino
ni el destino
que viene rodando por el aire.
Roberto Juarroz
He abierto la palabra amor
y, adentro, encuentro otras palabras
que no dejan de mirarme fijamente.
Escojo una de ellas,
le hago también un orificio,
para ver más adentro en el lenguaje,
y allí encuentro una palabra
que se parece al corazón del mundo.
En medio de las dos mitades del lenguaje,
sobre la línea que separa el comienzo y el final,
comprendo que un vocablo,
más profundo
que el abismo de Dios, nos sostiene.
Todo lenguaje se contiene a sí mismo,
como toda palabra que decimos o callamos,
lleva adentro la soledad del hombre.
Henry Alexander Gómez
Alguien que lee con tanta devoción a Juarroz ha de caminar por un buen sendero...
ResponderBorrarGran invitado.
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