Estación de invierno
Fabularé una ciudad de libros,
cada calle será hecha de papel,
serán grafitis todos mis recuerdos,
la lluvia no horadará las calles
y en las calles se escribirán fantásticos poemas,
todos los poemas serán premiados por la lluvia,
nadie se quedará sin un premio literario
otorgado por la real academia de la lluvia,
cien mil académicos celebrarán el triunfo,
los poetas no serán catalogados
ni expulsados de las universidades
ni encarcelados dentro de los libros
y sólo leerán sus poemas bajo la lluvia
o para que no haya inundaciones.
En esta ciudad metamorfosearé el olvido...
El colegio
En el colegio
estudiaba las palabras
que caían de los anaqueles
o de la boca de los profesores.
Revisaba su geometría dorada,
sus aristas luminosas,
medía sus fatigantes vértices,
calculaba sus longitudes ideales,
oía su sonoridad de caracola
y situaba las palabras a contra luz
para observar su transparencia,
para ver su vientre de rocío
y su cuerpo
advenedizo a los presagios
y al aburrimiento,
exploraba sus territorios sitiados,
parcelados por la gramática,
y hallaba sus grietas de vasija de barro
por donde huían los suspiros de Dios.
Y escribía estas palabras en el viento
que descocía mis zapatos
por correr tras el invierno.
La casa
1.
Dibujo sus contornos de niebla
y lleno sus salones fantasmas
de un olor a distancia marina
y un quejido de aldaba sola.
Coloreo el corredor de angustia
que conduce a mi desasosiego
y construyo esta casa de suspiros.
Las palabras crecen como esta casa
levantada sobre los días y los sueños.
2.
En mi casa
visto de viejo grito
como una ventana
entre las grietas del aire,
como una gotera
al bajar
los escalones
de las obsesiones
y los sueños.
Humedecer la noche
es un grito.
Alexánder Buitrago Bolivar
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