A propósito del Ángel poderoso de Eleftheriou
Ese decir sin habla
abrazar sin prisa, apostar sin miedo
correr por caminos infinitos
sobre versos que nos libran del absoluto frío.
Esa posibilidad de descubrir el reflejo
sin tiempo para avergonzarnos de su verdad
y llorar en mitad del sueño.
Abismo, hallazgo, escalera, amanecer
verano, invierno
ventana, puerta, árbol.
Canto.
Ese privilegio
de devolverle al mundo su asesinada belleza.
La casa
Bienvenido a esta casa,
su casa,
aquí se respira el frío hiel
de ese aliento ausente.
Bienvenido a esta casa
de enojos y lágrimas,
bien pueda siéntese donde sus pasos se agoten
donde su piel se seque,
la casa ha cambiado un poco
-usted perdone-
pero he evitado pintarla
para que las grietas del tiempo
le regalen un poco de ese matiz familiar.
Es la misma casa, no se asuste
esa misma, que construimos hace tiempo
esperando estar lo suficientemente solos
para habitar en ella.
XIV
Hemos hablado suficiente
del silencio
ahora
entre las ruinas
hablaremos del ruido.
El fuego de vocales extintas
será extraño ante la incandescencia
asechando los oídos.
Salgan a lucirse
conjuradores de la estridencia.
Vengan a brincar entre escombros
con sus palabras torpes.
Ruido es el pasado.
ruidoso el eco febril del amor,
el recuerdo.
Ruido el pacto, la historia
la apuesta
los amigos, las personas
simple, banal, inútil ruido...
No indaguemos la mentira de su habla
es el ruido sólo eso,
se agota súbitamente
y vuelve el viejo tema a rescatarnos.
Por fortuna
aún estamos hechos de silencio.
Jenny Bernal
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