Meditaciones en un bosque de Escocia
Seguiste las instrucciones para leer
a los árboles
Ernesto Carrión
Abro estas rocas para estar despierto
Para imaginar que he colocado sobre este suelo cada
uno de sus árboles.
Hay dioses blancos y hay dioses más oscuros
Algo que el chubasco me ha permitido ver
Algo que no sucede y que sin embargo ocurre en mi
conciencia
Suelo derramarme sobre este campo como el
pequeño arroyo
Que en vez de morir se va a alimentar la charca
afiligranada de los patos,
Me subo a los troncos y las ramas levemente se
resquebrajan
Abro la fábula del cuervo y Edgar Allan Poe va
sucediendo
Sobre los bucles de Minerva.
Hay un esturión castrado
Y un ánfora de sol que destella copos de nieve;
Ese mundo irregular donde se abre el poema
Y la sombra se hace corpus,
Vino de la realidad para el deleite de otras
desapariciones
Un muchacho juega desde su puerto y empieza desde
siempre
A escupir las tempestades, otra chica más arriba
Es la que esparce el viento por la tierra
Ambos combinan el aguaviento que azota estos
lugares.
En este verano que parece invierno solía jugar con mi
caballo
Ornamentar mi silla de montar con los cascabeles de
mi patria
Perder el equilibrio en los telares acuosos de la nieve
El vino que se derrama y va aletargando las alquerías
Las sastrerías del agua que susurran sus verdades a
los troncos
A los hábitos de los ascetas y de quienes viven en el
monte
Vegetando entre las oscuras estepas que huelen a
pino recién cortado
Imaginándome que puedo permanecer como un hilo
de estrella
Donde va colgando el pergamino de la araña
Esa sacudida de los peces y de los mares que se van
abriendo
Hacia la conquista de ese otro mundo, donde no hay
palabras
Y poseemos malos hábitos, eso de amar con un lirio
resplandeciente
Con un guijarro empalmado que se abre hasta
dominar el cristal de la semilla
Asistir a los oficios nocturnales y seguir al Buen Pastor
en su domingo
Por la siesta de los cereales y el pan
En cada paso del corcel que se retira
Entre calles asfaltadas por las corolas de las flores.
Termino por creer que hay una estatua rota
O un arenque saliendo de la endurecida lengua.
Hay fitoplánctones y pirañas en nuestro estomago
Lunas quebradizas que cuelgan de las orejas
Y una luz color de ámbar que destilan los cestos
olvidados de manzanas.
El fotoálbum
Me pongo a mirar las fotos al fondo
Donde se erige el álbum de la nada
Mujeres antiguas con vestimentas
Que hoy se apolillan en baúles de caoba,
Caballeros de sombrero y corbata que van y vienen
A una boda que siempre asisten.
Los abuelos que se fueron de uno en uno
Hasta desperdigar sus genes y la sangre de sus hijos.
Leonardo con su ropa caqui deambulando
Con su caballo colorado
Por un potrero de maderamen y ceniza,
Lucila con su pollera o pedaleando la máquina de coser
Motivando la aguja que ha de coser los trajes
Inolvidables del invierno,
Marcaria la loca que busca el refugio materno
De las aguas,
Celestino con su sombrero ensimismado
Y el rostro de la vejez tan denso
Como arboladuras animales,
Ahora Reyes que se ha ido
Dejando una blanca cola de estrellas
Y un perfume perpetuo.
La tierra se los tragó como el trabajo
Como el agua de la lluvia, el pan y el sacrificio
Hoy ojeo estas fotos y me persigue
El canto de un gallo fantasma.
Todos los recuerdos están como un guijarro
En la palma de la mano,
Como una oración de un desconocido detrás del muro.
Todas las abuelas me dan sus bendiciones.
Hay algo que busco y se ensombrece.
Es mi foto de muerto, que tarde o temprano, se ha de iluminar.
El cerezo de la noche
Cuando alguien despierte bajo el cerezo de la noche
renunciaremos entonces a todas las palabras
porque habrán infiernos sin estaciones
y ruidos de sapos declamando bajo el agua.
En ese mes no lloverá
pues los ángeles han partido cargados de rocío
rumbo al estercolero
a buscar los maizales y el arco soñoliento de los terneros rotos,
la sal apostólica de los animales que amamos
sin el viento renunciado
que todos pedían callar.
Y entraremos desnudos casa por casa
a buscar el abrigo del agua
o el pájaro gravitante del café
pues los cuervos de cristal
han roído la imagen absolutoria de las cosas.
Y se borrarán los campos y ciudades
con la rueda nocturnal de los caminos.
Mi madre me leerá un cuento de hadas
y la sirvienta apagará la vela
como a un fruto verde al cual le robarán la castidad.
Y no será nadie quien te llamaba
una primera o última vez desvanecida;
las muchachas perseguirán la cola tiritada de los gansos.
Entonces anochecerá
y no despertaré luego
con algún cuerpo que creí haber amado.
Recuerdo de Matachín
Matachín reverbera bajo las aguas
Con su voz ahorcada y su dialecto
Con su rostro de músico y sus dedos embadurnados por
azogue;
Es una franja de tierra que no puedo olvidar. No la ignoro
Y la acaricio,
La huelo como el primer milagro
Que brotó tras el diluvio
Con sus hojas graduales.
Cierro mis puños y los abro tratando de bracear
Sobre este lago
La vendimia del dolor;
Las letras paganas que compusieron su bitácora de viaje;
Sus maletas llenas de suicidios, y de muertes.
De auroras y de pueblos perdidos
Matachín regresa a mis salomas
Como una constelación que se recoge,
Como una estrellaq calcada,
Como un grito hechizado a la intemperie.
Aún albergo las ansias de montarme en tren,
De seguir los caminos y los rieles,
Los campos donde se disemina la faena
Donde está Uh Mei con su loto,
Con su estanque de páginas muertas.
Me apresuro a llegar hasta la iglesia de La Línea
Donde la campana sigue tañendo
A pesar del peso salobre de las aguas, me apresuro
A dar cuerda a un gran reloj que sigue andando
Nadie sabe la razón, la hora ni el por qué;
En sus péndulos veo parpadear un mundo
Con su cola de tucán, con sus páramos ausentes.
En Matachín hay una estación. Móntate.
Algún día llegaremos a la eternidad
En lomo de tren. Aquí yacen los chinos dormidos
Con sus colores y canciones. El tren inició
Con los colores del suicidio. Ahora todo es el sabor
Del olvido con su locomotora
Y su hierro oxidado.
Móntate.
Algún día llegaremos a la eternidad
En lomo de tren.
Julie Wohryzek
Vida y lino lo mismo ata la hebra.
...
Una mujer en el silencio cose, cose, cose...
Luis Vidales
Prohibido amar a una costurera. El apellido no se puede colocar sobre una tela y evitar que se traspongan alfileres. Ese es el destino doloroso de la costura ante la belleza: tantas perforaciones para dar paso a la rigidez, a las coronaciones del color. Hoy sobrevivo en mi escritura como si fuese un pájaro vegetado en el invierno, un puente desbarrancado hacia el Mar Negro o hacia el Báltico donde reposan las almas de los ahogados. No hay vacío para la guerra, no hay torpedos ni balas que atraviesen la rosa enemiga. Soy un niño con manos de jardinero, las tijeras de su taller han dejado sobre el suelo mis cabellos y estrategias de navegar junto a usted en una barca en medio de una proa de inocentes. Recorte estas nociones de escribir y cósalas a una capa para recorrer todas las calles de Europa, todas las veredas de América, los mercados de Asia, los puertos de Australia y en el África quedarme en una aldea con su humilde paja y su eterno fogón incrustado en el suelo. Así la veo en su cuarto de costura, de nube en nube, de páramo en páramo, decapitando en su cortar mis ansiedades en la tela. Un hombre en la algarabía escribe, escribe, escribe; una mujer en el silencio cose, cose, cose. En un hospital de tuberculosos, una costurera y un escritor, tosen, tosen, tosen. Ambos han sido desahuciados en el examen de esputo. Nos apresuramos a amar, nos apresuramos a coser y a escribir. Una tijera y una tela y muchas cuartillas, no tienen la aprobación de un padre. Una mujer baja según su oficio. En mi máquina de escribir ya todos duermen, en mi lecho ya todo se congela.
Renovación de cédula
ante las situaciones kafkianas...
Cada uno se va como puede
unos con el pecho entreabierto,
otros con una sola mano,
unos con la cédula de identidad en el bolsillo
Roberto Juarroz
Ha expirado mi cédula.
No estoy aquí subiendo este piso,
No estoy allá consumiendo esta escalera;
Cada ser con su paso, cada ser con su pose,
Cada uno con sus kilos, en su peso
Donde no haya fuego ante su propia voz,
La propia voz, una revolución, un manuscrito.
Hacer filas inmensas
Para renovar tu vejez en la foto.
Llenar mis datos, volver al nacimiento
Y al dolor parturiento de mi madre.
Gatear y caminar sobre papeles
Burócratas.
Una fecha exacta para la entrega, para volver a plasmar
Las huellas, comprobar solicitud
Y dar fe de vida o dar fe de muerte
Como si alguien se despidiera en medio de la luz, al otro lado.
Unos se van con su espejo,
Otros se van con su perro,
Otros se van sin su pensión con un sello en la frente,
Otros con su nacionalidad y cédula de extranjería,
Aquellos con una carta rasgada antes de tiempo.
Otros se van sin escribir su mejor obra,
Otros se apresuran a tomar talleres literarios y a dejar anaqueles llenos de letra innecesaria,
Insisten en dejar un libro detrás del árbol o detrás del hijo.
Mejor no se apresuren a nada.
En ese lapso de tiempo, ningún banco o trámite aceptan
De que estás ahí, es ese lapso de la otorgación no existes, mientras
Alguien vive, alguien escribe, alguien rompe papeles, alguien renueva su cédula,
Alguien se equivoca escogiendo a un diputado, a un alcalde, a un presidente,
Alguien asegura que todo ha caducado.
Javier Alvarado