viernes, 30 de agosto de 2019

Andrés Matías


Todo nos cincela, todo nos marca la piel, todo se hace silencio y es allí, en ese estado donde descubrimos lo que somos.

Bienvenido poeta Andrés Matías a Claroscuro. 



ANDRÉS MATÍAS ( Armenia 1978 ) , poeta, ensayista y abogado , autor de los libros :
LA CANCION DE LOS CUERVOS BLANCOS , LA MARIPOSA EN EL MURO y LA LLUVIA EN LA MITAD DE LA NOCHE , sus libros han sido reseñados ampliamente en Colombia y algunos países de habla hispana , ha sido profesor de derecho penal en distintas universidades y  ha dictado conferencias en el mundo sobre poesía, arte y democracia , hace parte de la generación de finales de los 70s, su nombre es ampliamente re-conocido en la poesía hispánica , de personalidad solitaria  , amante a las flores, a las aves , vive en Salento y trabaja como vendedor de café y matas en EL GATO BOHEMIO CAFÉ LIBRO DE ARMENIA , actualmente dirige el taller de creación y apreciación poética Juan Restrepo Fernández y coordina FRENTE A LA MONTAÑA, lecturas de poesía en Armenia, escenario donde recibe a los poetas de Colombia en el Quindío. 




* ¿Quién es Andrés Matías?

Soy un ser lleno de contradicciones y abismos, una amalgama de abismos, heridas, precipicios y sueños, un ser que busca sus alas….


* ¿Qué es la poesía?

Es lo que a veces nos deja sentir las palabras, lo que muy de vez en cuando está en el poema, es una forma para ser, estar y permanecer en el mundo…


* ¿Cómo nacen tus poemas?

Nacen como una forma obsesiva, una imagen que se repite, un sueño que se repite, algo que está y en un principio es abstracto, es pequeño como una piedra y con el paso de los días toma forma y se escribe a través de mí….


* ¿Cuáles son mis obsesiones poéticas?

El sexo, la mujer, la muerte, el dolor, la soledad, el aislamiento y la carcajada 


* ¿Qué poetas o escritores han influenciado tu escritura?

El silencio de Hugo Mujica, la imaginación de Juan Manuel Roca, el ritmo de Enrique Lihn, las atmósferas de Holderlling, el abismo de Sergéi Yessenin, lo plástico de Trakl, el palimpsexto de Cesar Vallejo, lo elusivo en Nelly Sachs, la música en Aurelio Arturo; pero mi poeta es Carlos Obregón….  


* ¿Con que palabras te identificas?

Libertad


* ¿Que buscas y que has encontrado en la poesía?

Busco el aire y he encontrado alas ….


* ¿A dónde te ha llevado?

La poesía me lleva al silencio 


* ¿Que opinión tienes sobre la poesía que se escribe hoy día en Colombia?

La poesía que hoy se escribe en Colombia es maravillosa, cada día me sorprendo más y disfruto más a leerla, sería injusto nombrar a alguien, solo tengo mis manos abiertas para recibir este maná y mi corazón dispuesto para decir gracias a los poetas de Colombia, que, desde su quehacer, desde su orilla defienden a los muertos de los vivos…


* ¿Hacia dónde va la poesía?

La poesía va porque hoy, es ella y solo ella, la que tiene la pregunta por el hombre.  





5 poemas 



GENOCIDIO 

Mi poema está inundado de cadáveres. 




GRAZNIDO

El beso sin amor sabe a boca



INSOMIO 

El bosque taladra cada pájaro hasta dormir



OSCURIDAD

En la parte más alta del manzano, el dolor carga mi cráneo de flores invernales, el nombre de las cosas hace rodar los caballos en otoño, cae una a una las ramas del sueño, cae la carne y la memoria, la amarga canción de los poetas sube al cielo, y en la noche nos rodea con amor la luz de las estrellas, el camino solitario del poeta a su casa, es la frágil raíz que sangra el corazón de la noche....



MI GATO

El mío no se echa sobre el aire a cazar a Dios,
No tiene cuatro patas 
Ni hace crujir el techo cuando la luna es olvido 
Mi gato es un papel en blanco 
Que maúlla el silencio de los enfermos 
Y toma la leche oscura de Celan 
No tiene los ojos azules o grises o violetas 
Ni saber pintar las vocales de colores como nuestro padre, Señor Mío Rimbaud 
No tiene la cola larga de un lagarto 
Ni su pelo es a ras como un pobre cajero de banco 
Ni su lengua es áspera y corta como un ministro de Estado
Ni su pelo es oscuro como la habitación de un Papa
Ni su boca huele a mierda como la cereza en el plato del profesor de filosofía 
El mío es un gato hijueputa
Sabe tomar cerveza y pichar con mujeres y hombres al amanecer
Saber dar y que le den por el culo 
Ama ver los paisajes de invierno en la noche oscura de su corazón enfermo 
Mi gato odia a los críticos de arte y sube a la mesa para mear el almuerzo chimbo de arroz y papa de los críticos literarios 
Su sombra no es un tren averiado en las carreteras de Neptuno
No es una sola sombra larga 
Es su alma en todas las almas del mundo 
Mi gato es el hombre que sale del hospital amarrado a su cama de hierro
Con su bolsa llena de orines 
Y en la pijama sangre con Stevia, 
El mío, no tiene siete vidas 
Tampoco seis, ni cuatro 
Mi gato no tiene vida 
De pronto una pequeña vida 
Un pequeña sonrisa cuando el dueño de la casa 
Se vuelve mierda los dedos con las trampas para ratones

                                                                                 Andrés Matías

miércoles, 28 de agosto de 2019

Nostalgias



El amparo de la ceiba


Corría el año 1948, y en la capital se daba el suceso que partiría en dos y para siempre la historia y el corazón de Colombia: El Bogotazo.
Mi madre, mi abuela y mi tía vivían en Santa Rosa, en el valle de San Juan, en algún lugar de las montañas del Tolima. Para llegar a Ibagué viajaban en mula hasta Rovira, tras tomar aire y guarapo esperaban un pequeño e incómodo 
carrito que por unos cuantos centavos las sacaba de aquel pueblo. Una vez en Ibagué había que alistarse para una larga jornada cuyo destino era Bogotá. Este periplo tardaba entre 5 a 6 días, y fue el recorrido que hizo el abuelo Abdonías -quien era el gamonal liberal de la región- para acudir a la IX Conferencia Panamericana donde se urdía un plan orquestado por el gobierno de Estados Unidos para declarar al comunismo como una actividad fuera de la ley.
Antes de coger camino hacia Bogotá, los abuelos acordaron encontrarse en la hacienda, ya que a finales de ese marzo acababan de recoger la cosecha de café y tenían que hacerse cargo de vender la carga.  Por eso la abuela Mauricia dejó a mi madre y a mi tía al cuidado de sus hermanas en la casona de la calle 26 y se dispuso a volver a Santa Rosa como lo habían convenido.
La Violencia la tomó por sorpresa en la soledad de la hacienda, no había peones ni mujeres, no había nadie, solos los bultos del grano apilados en la bodega para llevarlos a los centros de acopio. Ella ignoraba todo lo sucedido en la capital. En el Valle de San Juan las noticias siempre llegaban tarde.
Cuatro o cinco días después fue por boca del tonto Tobías que por un plato de guisantes y un guarapo soltaría la lengua: "Ay Señora Mauricia la vienen a matar!" fue lo primero que dijo.  Después del segundo guarapo contó que La Chusma se había fugado de las cárceles y que venía como una mala nube arrasando con todo lo que encontraba a su paso, y desafortunadamente la finca y la abuela se encontraban en medio de su camino.  Ella ese día esperó a que cayera la tarde y la oscuridad le diera ventaja, corrió a campo abierto con un costal, una veladora y con el rosario en la mano hasta la vieja ceiba cuyo tronco ahuecado le proporcionaría la única oportunidad de seguir con vida.  Como pudo se metió dentro de aquel hueco, tapó la entrada con el costal, encendió la veladora cubriendo con cuidado la llama para no ser descubierta, rogó para que creyeran que era una luciérnaga y se encomendó a la protección de los ángeles de quienes siempre fue ferviente devota.


Durante toda la noche vio desfilar desde su escondite a la muchedumbre frenética blasfemando contra Dios y contra la patria. Tuvo que ser por intervención divina que esta gente pasó por Santa Rosa sin arrancar los geranios de las macetas, desmantelar puertas o ventanas, robarse los bultos de café o siquiera tomarse un sorbo de agua.

Sino hubiera sido por la advertencia de Tobías, el tronco ahuecado de la ceiba y la inmensa fe de la abuela, tal vez esa noche la historia de la familia habría tomado otro curso.




Dejando atrás Santa Rosa


Cuando la abuela salió de Santa Rosa lo hizo para no volver jamás.
Tomó a la tía Elsy de una mano y a mi mamá de la otra y con su dignidad y la precaria situación económica con que la dejó el abuelo se instaló en un humilde rancho a la orilla de un camino polvoriento. Para poder dormir tenían que estar totalmente agotadas para así no sentir la superficie dura de la barbacoa, la esterilla y la tierra seca.

El rancho estaba concebido para los jornaleros, escasamente protegía del sol y de la lluvia, desde allí los hombres cuidaban las reses que pastaban. Mataban las noches zurrunguiando el tiple y contando historias de animas y aparecidos para alejar el sueño.

Fue una época demasiado dura. La abuela cosía por encargo e iba casa por casa llevando los pedidos y cobrando el trabajo. Cabe decir que las distancias en el campo son enormes. Mientras tanto, las niñas crecían como podían.

Mauricia recibía la paga al final de la tarde y cuando por fin regresaba al rancho no tenía alientos para salir de nuevo. Por lo general le decía a mi mamá " Mija vaya hasta la finca de los Carretero y traiga pan y panela para pasar la noche y entretener las tripas".
Ir hasta la finca de los Carretero demoraba unos quince minutos de ida y otros quince de vuelta, esto para una niña de siete años, en pleno campo y a las seis de la tarde era toda una eternidad. Mi mamá -pienso yo- tomaba estas caminatas por el campo como uno más de los juegos de la infancia.

Cuando ya había andado un largo trecho veía salir de los altos pastizales a un perro grande y negro que se hacía a su lado y la acompañaba por el resto del camino, lo que más recuerda ella era la fuerte respiración del animal. Cuando ya estaba cerca de la tienda y podía ver las luces de la casa el perro desaparecía.

En cierta ocasión en la que se encontraron la abuela y Doña Empera, esta última pregunta: Maura ¿quién es el jovencito que acompaña a la niña cuando viene por el mandado, él no es de por estos lados? La abuela con una sonrisa y con la voz serena le contesta: Emperatriz, ¿cuándo Dios me ha quedado mal?



Fabricante de estrellas

                                                                                   En memoria de Mauricia Riaño

Recuerdo que la abuela acostumbraba recoger desde enero hasta casi entrada la época navideña papeles brillantes de todos los tamaños. Las envolturas de las chocolatinas Jet y de los caldos de gallina Knorr eran sus favoritos. Con las uñas alisaba los papeles hasta que no quedara la más leve arruga. Con cuidado los guardaba en el fondo de algún baúl bajo el peso de la ropa y de los libros que la acompañaban. Me parece verla sacando los papeles y sentándose cerca de una ventana donde la claridad del día le facilitaba hacer su trabajo manual. Comenzaba diseñando pequeños triángulos a los cuales doblaba las puntas. Luego los ensamblaba por parejas. Con una impecable destreza fabricaba las estrellas que pacientemente iba pegando sobre un telón oscuro que serviría para recrear el firmamento. La más grande y luminosa era la Estrella de Belén. Bajo aquella luz acomodaba el pesebre donde esperábamos el nacimiento del pequeño Niño Dios. 
Ha pasado el tiempo, y, sin embargo, nada ha borrado aquel recuerdo de mi abuela aguardando en profunda oración y regocijo la Bienaventuranza: La luz de un milagro.

                                                    Sergio Antonio Chiappe Riaño 
                                                    Neiva, 2019

domingo, 25 de agosto de 2019

Hernán Vargascarreño

Los silencios, todas sus formas, todas sus pieles cubren y desgarran nuestros cuerpos, nuestras memorias, nuestras nostalgias. 

Los silencios en todos sus lenguajes labran nuestras miradas.

Bienvenido poeta Hernán Vargascarreño a Claroscuro. 



Hernán Vargascarreño (Zapatoca, Colombia, 1960). 
Poeta, traductor y editor. Docente de literatura egresado de la Universidad Industrial de Santander. Dirige la revista de poesía Exilio. Se desempeña como docente en la ciudad de Bogotá.

Publicaciones: 

País íntimo (2003), 
Piedra a piedra (2010), 
El viaje (antología) (Ediciones UIS, 2012), 
Tempus (2014), 
Montuno (2016) 

y sus traducciones al español en ediciones bilingüe: 

 Almenas del tiempo, de Edgar Lee Masters
¿Quién mora en estas oscuridades?, de Emily Dickinson
Antínoo, de Fernando Pessoa.

Distinciones

Premio Nacional de Poesía Antonio Llanos (Biblioteca Centenario, Cali, 2000); 
Segundo finalista en el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá IDCT (2002);
Premio Nacional de Poesía Sin Banderas de la Casa Silva (2003); 
Premio Nacional de Poesía José Manuel Arango (2010). 

En el 2012 fue uno de los cinco profesores ganadores del Concurso Nacional de Cuento RCN-Ministerio de Educación. 

Sus libros han sido publicados por la Universidad del Magdalena, Universidad Industrial de Santander, Universidad Externado de Colombia, Ediciones Exilio, y ha sido incluido en ocho antologías nacionales y extranjeras, incluyendo una en portugués publicada en Portugal y otra en inglés publicada en Estados Unidos.


Montuno
Hernán Vargascarreño
(selección de poemas) 




Cuchillos 

Con este cuchillo he matado varios animales, he capado verracos y he abierto exquisitos frutos -nunca quisiera matar a un hombre. Siempre lo llevo al cincho. A los seis años me lo entregó mi padre: Esa es su hombría mijo, a cuidarla.

Cuando lo afilo en silencio, brotan de la piedra mis extraños pensamientos, los que voy afilando también para mis futuros días. Cuando lo hago brillar poniéndolo al sol, pienso en la vida de otro hombre, tan oscuro como yo.

Apenas tiene unos centímetros, y sin embargo, es el único limite entre dos machos de estas montañas. Por él se nos va la vida en un instante. Por eso lo respetamos tanto, por eso nunca lo mostramos y lo acariciamos en secreto como algo sagrado. Tan brillante él, pero tanta sombra que hace. 



Las bestias

Arreamos las bestias pero en realidad arreamos nuestros propios silencios. El camino mil veces hecho lo sabemos de memoria. No hay desvíos ni esperanzas de voltear el mundo.

Una música nos espera en el pueblo. Una cama de alquiler y unas monedas para el placer con las hembras. Afuera, las bestias nos esperan en su sombra como la silueta de un sino que nos pertenece.

Camino a casa, por estos montes de silencio, el recuerdo se nos vuelve un guindajo de nada al pensar en el aroma de las mujeres alquiladas y tenemos que sacudirnos las sombras para recordar que somos. Lo mismo hacen las bestias cuando relinchan y se sacuden de estos caminos solitarios, ya cayéndonos el oscuro encima, cuando los montes cantan su desolada canción mientras van engullendo la noche. 



La casa 

Al remontar la montaña
una casa abandonada
se sostiene apenas
en los delicados hilos del olvido.
Los montes, condolidos por la pena,
evitan cualquier eco de sus lamentos
y los engullen en sus neblinas
para mitigar en algo
el duro paso de los peregrinos.
El viento, como una forma del tiempo,
ya ha destrozado puertas y ventanas,
y entra y sale a su antojo
transfigurando las quejumbres del abandono
que se esfuman ladera abajo
haciendo rodar sus huesos invisibles.




El llamado

Miguel, mi padre,
va manejando un camión
cargado de vituallas;
con sus veinte años
atraviesa anhelos y montañas
mientras el motor arranca ecos
hermanos de estas soledades.
Ahora está muerto y no lo sabe.
Mi madre, Luisa María, a la vera
de la carretera distingue ya
el ruido del motor a la distancia,
y su belleza de virgen campesina
se agita en sus olores a café y
a limoneros; va rumbo a Zapatoca 
y siente ya en todo su cuerpo
el llamado de un hombre taciturno.
Y yo, mirándolos desde muy lejos,
atisbando el momento de su encuentro,
buscando una sombra de dónde asirme,
tallando un corazón en lo oscuro
y presintiendo el relámpago de la vida.
Tuve que esperar ocho años más
para ser el séptimo en sus entrañas,
cansado un poco ya de tanta espera
pero alegre al fin y al cabo
cuando la luz lacró mi día.
Sigo viendo a mis padres,
lejanos ya de tantos años sin hablarme
porque de pronto se acabaron sus palabras.
Y también veo a mis hijos
recibiendo mis caricias, mi cariño, 
esperando para siempre el llamado
de sus sombras que nunca existirán. 



Sombras 

Cuando llegamos a la cima
y atisbamos el primer recodo del camino
que baja entre neblinas,
vimos ya sin asombro
que nuestras sombras iban adelante,
algo lejos, ya perdiéndose en el recodo.
Nos guiaban a su manera para cuidarnos
de los peligros de caer a los abismos.
Nosotros las seguíamos a nuestro ritmo,
recelosos,
cuidando de no perder sus siluetas,
no fuera que una de ellas se desbarrancara
y por pura humanidad
se llevara nuestros cuerpos.



Ancianos

En esa sombra de casa vive una pareja de ancianos. Todos los días se mueren pero siempre lo olvidan. Ya no tienen perro ni animales, nada mueve el rancho. Tenemos que venir un día de estos a desyerbar sus patios.

Pasemos en silencio para no despertarlos. Así, cogidos de la mano y dormidos sobre aparejos, no saben que existen aunque exhalen sombras. Mejor para el rancho, que ya los sueña en otro mundo pero por costumbre los sigue cobijando para no dejar morir sus muertos. 




10

NADA FUE CIERTO.
Ni siquiera el tren
en el que en este momento te ves partir.
No te molestes en promesas ni despedidas
ahora que se acabaron todos los paisajes.
Tú mismo, más que nadie,
has sido solo sombra de espejismos.
Alguien Oscuro por fin te lleva a casa
mientras los trenes soñados
siguen pasando
como sueñan las horas insulsas
sobre las piedras.

                                                                        Hernán Vargascarreño



Montuno
Hernán Vargascarreño
Prólogo de William Ospina
Libro finalista del Premio Nacional de Poesía Ministerio de Cultura 2017 

jueves, 15 de agosto de 2019

Carlos Camilo Torres


La poesía crea mundos, imagina sueños, renace corazones. Abre y cruza caminos.

Bievenido poeta Carlos Camilo Torres a Claroscuro.




Carlos Camilo Torres

Ingeniero Industrial U. Distrital. Escritor, poeta, investigador de la memoria oral, entre sus logros se destacan:

Primer premio   II concurso Internacional de poesía Versos Compartidos. Montevideo – Uruguay septiembre 2016 – El árbol como pulmón del mundo.

Mención de honor II Concurso Internacional Letras de Iberoamérica 2018 con la obra: Cuadro para un Crepúsculo. México

Ganador tercer premio X Concurso Nacional De Poesía Eduardo Carranza, con el poema: Manifiesto entre las hojas.   2012. Sopo –Colombia.

Finalista de concurso Internacional Gonzalo Rojas Pizarro 2018. Diálogo en La Tierra del Poema. Chile

Tercer Ganador Concurso Nacional de Poesía Ciudad De Cali 2015, con la obra Geografía Oral. Poesía al viento. Cali – Colombia.

Testigo por un día. Editorial Cuadernos Negros –Calarcá. 2012

Libro de contrapoesía “La Escena De La Vida- o el libre juego de las palabras”. Editorial Caza De Libros- Ibagué- 2018.

Juegos, Oralidad y Tradiciones 2019- Letras del Tiempo.

Director de la radio letras del tiempo





*¿Quién es Carlos Camilo Torres? 


En cuanto a formación académica soy Ingeniero Industrial. Soy padre de dos hijas, investigador de la memoria oral y amante de la escritura.


*¿Cómo fue tu encuentro con la poesía?

Mi padre en su juventud fue amigo del poeta Jesús Antonio Ferro y de esa época dejó dos cuadernos de escritos y poemas. Tengo de él una marcada influencia, porque siempre gustaba de cantar y recitar poemas con mi madre. En lo personal mis inicios fueron por allá en el año 1995 cuando decidí intentar escribir.


*¿Qué ha sido la poesía en tu vida? 

La poesía fue hallazgo, un diálogo con las palabras, de encontrarlas en todo lugar, de ver sus huellas en el camino. Ese encuentro significó, vida; volver a tener una oportunidad, no en el sentido valorativo, sino en el crecimiento personal. Además, el trabajo con la memoria oral me ha permitido rastrear la raíz antropológica de la palabra.


*¿Por qué creer en la poesía?

Porque el ser humano sin lenguaje sería un ser socialmente impedido y la poesía es tal vez el lenguaje más apropiado para crecer y creer en la sociedad


*¿Qué reflejan tus poemas?

Pienso que los poemas como las palabras siguen su propio rumbo, su propio juego. Uno puede decir algo, pero para un lector puede no significar nada o puede encontrar en ellos algo significativo.  Quisiera que transmitieran la sensibilidad con que los escribo. 


*¿La poesía cumple alguna función o es un componente al interior de una sociedad o de una época?  

La poesía nació social en los cantos de siembra y cosecha y siempre ha estado inmersa en la parte creativa del hombre. La poesía nos sintoniza con lo transcendental, lo cotidiano, e incluso con lo banal.


*¿Hacia dónde va la poesía?

Yo diría que va en el camino de siempre, como un escape, como una técnica de asalto, para huir de la locura o de la muerte; para cantar a la vida. El poeta siempre estará al servicio de las palabras. Palabras que son más bien una invitación a la imaginación, a encontrarnos con la generosidad del lector de cualquier edad o tiempo.




Carlos Camilo Torres 
(selección de poemas) 


MUERTE DE UN RUISEÑOR

Mis hijos eran increíbles. 
Me levantaban cada mañana para jugar 
Abdullah Kurdi padre de Aylan

El vientre demora la raíz y la sonrisa.
Una barca contra el cielo 
contra el agua del atardecer,
lleva una primavera del oriente. 
Lleva la incisión de luz a la cutícula
 el oído de rosa y el oído de aire.
Amores
que entran y salen de duna y mar.
Parte de célula bajo la marcha 
parte de semilla en el polen del espejo
hacia el bosque del corazón, 
donde el canto
es equipaje sobre olas
y muere en la rosa damascena 
con sus olvidados
rostros de arena.




COLIRIO PARA LA PAZ

La hoja 
sostiene la esquelética lágrima del siglo,
 el vuelo
que va del arma a la paloma.
Se respira la afonía del abrazo,
del blanco, al amarillo
el rojo-número.
La luz es una gota de latido
en el colirio hacia el azul
y el sueño encinta
y la derrota del mes de enero
aún esperan escribir cintura.
La infancia sin sombra
viaja en una epístola pegada al paladar,
dibuja la madre en las vocales,
asoma el ejército en los trigos
para borrar las palabras de la guerra.




ÁRBOL ME VOY A RESPIRARTE

Árbol me voy a respirarte,
más allá del perdido plumaje del ocaso
o del color dolido de la lluvia.

Quiero llorar la primavera indefensa de nube,
la telaraña que ha roto el maquillaje
en el pequeño silbo de los pétalos.

Me confío al estambre que es vuelo de abeja,
al botón triste de letras
en la rama sobreviviente del invierno.

Vivo el testamento de los vuelos
en cada aurora cardia,
en la circuncisión de luz
habito entre el naranjo.

Vengo a curar el abeto degollado
la caricia de los tallos a la altura de los pájaros
con semillas de tinta en la garganta.

Voy a respirar la niebla que cobija al carpintero
en el amor de las Bromelias,
bajo una luciérnaga de sangre
que alimenta la epidermis de la historia,
o los campos de la guerra,
y en esa abreviatura de la flora
insisten los pluviales olfatos del retoño.

Voy a respirarte con melismas de flor entre la savia,
con la uterina luna de sed
respiraré la raíz del mar en la montaña.



ELEGÍA EN EL ARRULLO
                                 A mi madre

Ya no vendrá el verso de pan entre la tarde,
ni las alas madrugarán entre palabras,
ni la tormenta tendrá corazón de chocolate.

El amor dejará todos los años al besar del aliento.
Orquídeas de un febrero para una estéril campana.

La tórtola no alcanzará la juventud entre la aurora,
sus huevos han cambiado el calendario
con jirones de luz para empollar todos los sueños.

Hoy he arreglado mis lágrimas para la lluvia.

El aire renunció a la mitad de su dolor
para recorrer los nudos del recuerdo,
al orfebre de las sombras
que te ha nombrado entre los brazos,
en el rubor envejecido del destierro
con sus canas que resbalan por la puerta.

El frío lo ha ofrecido en la sonrisa,
en el luto y el cuerpo del sollozo
que abrazan la intimidad del lienzo entre los besos.     

 
  

HERIDA AL SILENCIO

La caricia es colibrí  
de un fonema de sol,
conjuga el color del latido en las palabras.

La corteza de la noche
                    no es polen que perdura.

En la morada del búho
se inventa el iris de niebla,
la rama adherida al silbo de un pétalo.
Los ojos escalan el hierro de las aves.
El río en el aire del mañana
espera una aparición encima de los tréboles.

La mano de la abreviatura
o la rebelión de la mirada
que prolongan la negación en viejas lámparas:
algún personaje incontestable del espejo.

No es la copa negra, 
              ni el disfraz de las palabras,
no es el labio que rompe su arpa entre los verbos.

La palabra oculta en otro,
(la tinta que alimentó los dientes),
la memoria del poema en otra lluvia
baja por la sílaba sonámbula
                  y se quema en la herida del papel.          

                                                                          Carlos Camilo Torres