Una de las primeras personas del ámbito cultural de la ciudad de Neiva que conocí cuando llegué hace año y medio es el poeta y pintor Miguel de León. Él además de desarrollar sus actividades artísticas y culturales coordina la Biblioteca Departamental Olegario Rivera.
Miguel, con la generosidad que lo caracteriza me ofreció la Biblioteca, y allí hice mi primera lectura en esta ciudad.
Ahora, yo le he invitado a Claroscuro, y él con la misma generosidad me envío poemas de su nuevo poemario, y debo decir que encuentro en sus textos amor y arraigo por su tierra, por sus raíces y sus tradiciones. Es un gusto para mí presentar estos poemas que brillan por su honestidad y sencillez.
Bienvenido Maestro Miguel de León a Claroscuro.
Miguel de León
Pintor, poeta y cronista nacido en Pitalito (Huila, Colombia) en 1961. Actualmente es el Coordinador de la Biblioteca Departamental Olegario Rivera localizada en el Centro Cultural y de Convenciones José Eustasio Rivera en la ciudad de Neiva. Escritor invitado en el Diario Opanoticias.
Autor de los poemarios Cinco Meses, Poemas en Reposo (Moscú, 1988); Gota de Rocío (Neiva, 1994); de los ensayos Expresiones Visuales del Huila (Neiva, 1996) y Buscar Río Arriba, Identidad en las artes visuales huilenses (Neiva, 2000) y Pintar la Tierra de Promisión (2005), de los poemarios En el Sótano del Cielo (Neiva, 2003) Calles Hemos Visto, Nunca la Ciudad ( 2012) La Sangre de los Recuerdos Olvidados (2018) Coautor de la Historia General del Huila e incluido en la antología literaria Matamundo (2005) La Tarde está como para contar Cuentos (2007) y Los Nombres del Viento, Muestra contemporánea de poesía huilense (2.011). Su obra, “Los Cuentos del Guacacallo” (2015) reúne narraciones sobre hechos históricos del Huila.
*Miguel ¿Qué es poesía, cómo es su proceso de creación?
Paul Valéry dijo que un poema no se termina, sino que se abandona; pero en muchos casos el poema se termina solo. Es un proceso lleno de persistencia y continuidad. Lo que llega es casi siempre impensado, no es algo como decir; “voy a escribir un poema”, no, los versos llegan, toca escribirlos y ordenarlos. Eso sí, hay que corregir mucho y hacer muchos borradores, aunque no todo se bota. Muchas cosas se guardan y se dejan que madure, que se enfríe lo que salió espontáneamente. Y no todo lo que se vuelve a ver, sirve. Cuando escribo arranco con una imagen que no me abandona hasta cuando encuentro la forma de escribirla, ellas me llevan, me conducen, me entregan las palabras que necesito y escogen el género que quieren. Por eso, cada palabra es la afirmación de la vida y un punto de encuentro con la sensibilidad humana, no es cuestión de voluntad, no es un acto voluntario.
MIGUEL DE LEÓN
(selección de poemas)
Los presentes poemas hacen parte de un libro en construcción que gira alrededor de Neiva
HABLAR DE LAS MISMAS COSAS
Estamos más cansados porque estamos más viejos,
quizá también más tristes,
más nostálgicos.
Ahora somos esto;
es la retribución que nos tocó a cambio de la vida.
Y volvemos a hablar de lo mismo.
Yo le cuento
y ella me cuenta
y yo le digo
de la vida y de la muerte,
del amor y del desamor
y juntos recordamos
que toda muerte es una sola e igual.
Siempre su sombra va delante, detrás,
o simplemente dentro de nosotros.
Ahora hablamos de las mismas cosas
como la muerte,
como la vida,
y nos imaginamos la resurrección;
decimos que allí estaremos todos sentados y serenos
mirando cómo nos estará mirando Dios.
Hablamos de lo mismo porque estamos más cansados,
porque cada día estamos más viejos.
ESCUCHANDO EL RÍO
El río grande es mi oído,
entro en él para purificarme.
La inmensidad del río lo purifica todo.
Oigo el fondo del río, el nacimiento de los corales,
la respiración de los bagres y los bocachicos,
el crecimiento del romero y la manzanilla.
la agitada belleza de la luz
en las profundidades.
Tengo un oído fracasado,
pero un corazón lleno de ideas sobre el amor,
tengo un río infinito aullándole a la luna
Y vive detrás de un pukupuku;
El pájaro que anuncia el amanecer.
MISMA ESQUINA
La casa es casi la misma,
la misma esquina.
Su olor, sus puertas,
su patio,
los árboles y sus canciones de agua,
su luna al anochecer
Al amanecer sus pájaros de siempre.
Las altas paredes antiguas,
el calor de las tejas soleadas,
Regresamos al ayer y nos encontramos
hablando con sombras,
seres que han partido y esperaban encontrarnos,
son los latidos de los recuerdos.
Mi padre, su risa y
su voz blanca.
Mi madre cocinando
y el bullicio de mis hermanos.
Todo aquello sigue habitando en mis sueños.
EL TAMARINDO
Muchos años duro en pie el tamarindo.
En las mañanas, mi madre barría
las hojas dispersas sobre la tierra
y recogía los frutos caídos de sus ramas.
Por las tardes,
chisgas y pericos llegaban a su follaje,
para acompañar las hojas verdes
en su baile con la brisa vespertina.
En esos años, subíamos al tamarindo
a palpar sus ramas temblando bajo la lluvia
y cuando cesaba el aguacero,
buscábamos una ventana para tocar el sol.
EL AYER NO EXISTE
Sobre el muro escribo un verso:
“El mejor viaje es el regreso a casa”.
He regresado y nada me espera,
hace ya tiempo que no hay golondrinas al borde del tejado.
Quizá se vuelve como a la patria o al hogar,
con una herida.
Quizá se vuelve tarde,
se vuelve ya sin tiempo,
como una vela gastada en noche de tormenta.
Yo soñaba que regresaba un día cualquiera.
He regresado con olor a silencio,
y esa ansiedad de no reconocerse en los viejos espejos
respirando el ayer empozado,
mirando la tierra correr entre mis dedos.
He regresado y nada me espera.
Todo me deja la sensación de haber profanado una tumba.
EL CALOR SOBRE LOS CUERPOS.
Sobre el muro escribo un verso:
“El mejor viaje es el regreso a casa”.
He regresado y nada me espera,
hace ya tiempo que no hay golondrinas al borde del tejado.
Quizá se vuelve como a la patria o al hogar,
con una herida.
Quizá se vuelve tarde,
se vuelve ya sin tiempo,
como una vela gastada en noche de tormenta.
Yo soñaba que regresaba un día cualquiera.
He regresado con olor a silencio,
y esa ansiedad de no reconocerse en los viejos espejos
respirando el ayer empozado,
mirando la tierra correr entre mis dedos.
He regresado y nada me espera.
Todo me deja la sensación de haber profanado una tumba.
Esta ciudad existe y por sus calles
los recuerdos cortan el día en sombras largas
donde no cabe más soledad.
El sol se arrastra tras los montes
Llevándose cada uno de nuestros días.
En una habitación desolada
el agua de la ducha,
bajará el calor de la ciudad
tal vez dos grados.
Sobre el cuerpo desnudo
el agua no distingue
donde termina el calor
y donde comienza la piel.
Te imagino,
escucho el sonido del agua sobre tu cuerpo;
golpe de gotas acariciándote.
Bebe un poco de agua limpia,
sacia tu sed,
déjame entrar y lavar tu cuerpo.
Irresistible, impredecible,
me busca y me aleja,
ciudad que me desconoce;
sabe cómo, cuándo y dónde
pedir perdón.
En mis entrañas, su demencia,
su calor, su sexo,
su tambora.
Neiva se hunde en el calor insoportable,
se hunde mientras el agua cae
sobre nuestros cuerpos.
PERE TANTICO
Que bella es la palabra “Pere tantico”
cuando la escuchamos de labios queridos,
y uno siente que dice más
que cualquier mudo diccionario de la lengua
aunque tenga todas las palabras registradas:
"nomás tantito";
te han dicho del cuerpo, de la luz,
del llover, del día, del poema.
Hay palabras que oscilan en el lenguaje:
suben a lo más alto de un extremo y bajan al centro esencial
sin detenerse en su movilidad popular.
Palabras que no existen, si no habla el sentimiento.
Uno va y viene en el lenguaje con la palabra
en su nombre: es una palabra, un oficio
una vocación, es la palabra viva
y el lamento de la brisa del río grande
se interpone entre la charla y el mutismo:
“espere tantico” y vamos más allá de las palabras.
“espere tantico” y vamos más allá de las palabras.
En la tierrita, la boca vive llena de palabras
que intentan salir, y no pueden;
de palabras que niegan el silencio,
de palabras que se dan por nosotros;
según vaya el ir y el venir,
de palabras que se olvidan de tanto esconderlas.
Ahora te llamo y me respondes; “en tantico acabamos”
y todo desaparece en tu nombre
formado de muchos nombres que han sido,
otros que no son y de nombres que serán.
Las palabras son lo que nombramos
sobre lo que ahora es un caminito azul entre ceibas y almendros,
palabra que cae y se clava en los recuerdos
que busca en el silencio,
y desde él, vaciarse del lenguaje.
Por eso, lo “tantico” que tenemos,
lo mucho que tenemos está aquí, delante de nosotros
y serán nuestras palabras las que nos den refugio.
Miguel de León