Los aguaceros
Un olor a pino bajo las manecillas del sol
Todos tenemos unos zapatos que llaman los aguaceros:
los más blancos
los que más grabados de calle traigan en la suela
Acuérdate de is zapatos de lona blanca
Te parabas en ellos y éramos la misma sombra
Aunque la suela fue desprendiéndose de la costura
tu pie nunca tocó el suelo
Acuérdate de ellos tirados bajo la cama
en un crujir de tablas
Su boca tragaba los ácaros de la noche
y recibía mi pie desnudo
para ir a desayunar
Acuérdate de cuánto te espantaban la vejez y suciedad que afligían a sus telas
Es una epidemia -pensarías-
que se extiende por mi pie y por el tuyo
y nos contagia todo
La suciedad no enloda si el recuerdo es limpio
la vejez no corroe si el recuerdo es joven
lo que mata no es la muerte
lo que mata es el olvido
Entonces acuérdate de que lavar esos zapatos
invitaba a la lluvia y al agua de charco
a entrar por donde la suela se alejó de la costura
Acuérdate de los saltos para huir de la tormenta
y escampar en los cobertizos
Tus pies empinados encima de mis zapatos
para que bajo el paraguas existiera el beso
Acuérdate
hoy que llueve
y es de noche
y no estás conmigo
Seremos distancia
nos haremos viejos
pero nuestra edad siempre será la que teníamos en el último recuerdo
Rescaté mis zapatos cuando los exiliaste al armario
Corrieron con los tuyos y nadie estuvo solo
se pararon bajo los tuyos y ambos estuvimos a salvo
porque las aguas no pudren si el recuerdo es limpio
las noches no tiznan si el recuerdo es diáfano
tú ya sabes qué es lo que mata
acuérdate
hoy que llueve
y es de noche
y estás lejos
y no me nombras
como mis zapatos
nombran los aguaceros.
Un olor a pino bajo las manecillas del sol
Tengo veinte minutos
para salvar de los relojes
una línea de sol
Me siento frente al escritorio
(muchas hojas en blanco/la ventana)
los pinos al otro lado de las montañas
me traen el olor del desinfectante con el que mi abuela limpia la cocina. Ella me pide que juegue en el patio mientras se seca el piso. Cruzo el pasillo de baldosas rojas donde la lavadora inicia automáticamente, su segundo ciclo de lavado. (Tiemblan mis rodillas). Pateo un balón contra la pared del patio.(Tiemblan las materas). Una niña se asoma a la ventana del segundo piso; me llama para que juguemos juntos. Le doy la última patada al balón y río
porque soy un niño con certezas: El balón está girando en el patio, la niña está en el segundo piso, mi abuela está después del pasillo de baldosas rojas. Corro hacia el interior de la casa.
El piso de la cocina huele a desinfectante. Me pregunto ¿cómo serán los pinos al otro lado de la montaña?
Y me veo adulto
en la mañana
sentado frente al escritorio
(muchas hojas en blanco/la ventana)
apurado por irme a trabajar
y con solo veinte minutos
para salvar mi infancia.
Aydala
En memoria de Daladier Arismendi "Dala", (1975-2014)
Fueron ellos quienes trazaron en tu cráneo los caminos del Huila en oleajes de hierro
Fueron ellos quienes ataron tus manos con pedazos de cuero de tu primer tambor
Fueron ellos quienes hicieron que tu cabellera bailara separada del resto del cuerpo
Fueron ellos quienes te abrieron nuevas bocas y allí guardaron la baba de su risa
No fue un robo
Fueron ellos
Firmaron su sevicia con tu sangre en las paredes
y se alejaron en la nocturna fosca del domingo
Degollaron al ruiseñor y tú en tu cántiga
Mutilaron la flor y tú tan espina de crisálidas
Cosieron tu boca para el grito, no para el canto
En el filo que destaja al mundo suena un tambor de manos atadas
Te lloran el Rin y el Magdalena
Tu madre envejeció veinte años de lágrimas
Agua apozada en erizos de cuarzo
Nadie ve ni oye las pisadas de las botas de caucho que apagan la hoguera entre las montañas
Nadie
Pero fueron ellos
Ay Dala
Aydala
Tu nombre se ha unido a la herida
Fueron ellos
Los que se nombran con escupitajos de sierras eléctricas
Los que ya nadie quiere ver ni oír
Porque hoy quieren cantar
Porque hoy todo es canto
Y el recuerdo de la edad febril que nos hermanó entre casetes y polvorines
Ángel de cristo negro Señor de Etiopía cielo que se mira en lo profundo de la tierra
para acogerte en un batir de sombras
Hoy todo es canto
Y tambores de manos atadas
Las voces de tus hermanos bordan con hilos de sangre
banderas sobre tu féretro.
Osamenta del agua
Tiene la lluvia la facultad de hacer más pesados los zapatos y más livianos los suelos.
Unido a su paraguas uno es un mismo esqueleto
del que cuelgan carnes y telas enfermas de agua.
Así lo entiende el relámpago cuando ataca.
Mi paraguas no es más que una sombrilla moribunda
que con sus faldas levantadas advierte los huesos.
Usarla me avergüenza ante el granizo,
olvidarla me apena ante el desconocido.
Y con vergüenza,
dejo que el entendimiento se diluyaen la canción del agua contra las telas.
Mis pasos ya no son pesados,
los suelos entienden las metáforas del aire.
Y entre tormenta y tormenta,
me siento un poco más lluvia,
me vuelvo un poco más hueso.
Teoremas sobre la poesía
Primero
La filosofía busca en el pensamiento, aquello que la poesía tantea a ciegas en la emoción.
Segundo
Emoción es lo que permanece cuando el pensador descubre la ineficacia metafísica de pensar.
Tercero
La poesía no es un acto del intelecto, sino un estado en el que la emoción encuentra su secreta razón.
Cuarto
Interpretación de lo ausente más que entendimiento de lo presente. Poesía es lo que nos queda cuando las palabras vibran.
Quinto
Ni consuelo ni respuesta pretende la poesía. Sin embargo, da destellos de tranquila incertidumbre...
enigma de inquietante reposo.
Sexto
Sobre las preguntas fundamentales, la poesía ha dado las mejores respuestas. La mitología es epopeya lírica.
Séptimo
Vocación por compensar al mundo tiene la poesía. Allí aparece lo que acá se extingue. En la gruta del verso, la presencia del vacío.
Octavo
La poesía necesita del vacío para habitarlo.
Noveno
El misterio de las cosas es consubstancial al alma del hombre. Hablar de algo, siempre será hablar de alguien.
Ultimo
Ya que los teoremas son proposiciones lógicas, que la lógica construye la realidad, y que la realidad es transgredida por la poesía, cualquier teorema sobre poesía tendrá carácter apócrifo.
Alejandro Cortés González
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