Preámbulo a la autocrítica número seis
Sobre
el
andén
las colillas de la vida que pasan y se
quiebran
en
la
esquina.
Porque hay un moribundo que asalta con su herida,
porque hay en mí un Bronx que res-plan-de-ce de tenerme
y después borracho orino contra Colombia.
Porque hay quienes rasguñas mis entrañas con preguntas va-lur-das,
porque hay hombres que gritan no volver a las mismas ma-ri-ca-das de antes
cuando tropiezan en el andén de la vida que se quiebra en la esquina.
Porque el destino es
un
perro
que
cruza
la
calle
una ciudad que cambia de noche,
un goool de Rivaldo para sieeeemmpppre,
los niños perdidos en el bosque para siempre,
el principito que ya no sonrié arrojado a los semáforos,
dos zapatos izquierdos que no uso.
Porque hay quien canta idiotamente hasta bailar su desgracia,
porque ya no estoy aquí entre los hombres,
porque mi cuerpo es una rata asechando la incertidumbre,
porque un día quise asaltar un banco para comer mamoncillos en el verano de
Cali,
porque bellos gusanos besarán mi gloria,
porque los tombos me han robado a mano armada en una requisa,
porque en las noches bellas mujeres vienen a lamer las heridas con sus vestidos
limpios - Sin su Bukowski -
porque hay fuego en el 23
y hay autos que gritan
y semáforos que par-pa-dean
y seres ocupando la sombra
y pendejos escribiendo poemas.
Resurrección
En este tiempo donde el hombre prepara el apocalipsis
para la resurrección de Cristo,
yo también me preparo para conquistar
el paraíso que nos resta.
Nadie vendrá a salvarnos de nada,
ni nuestros mártires volverán:
ya nadie puede resucitar sobre estas tierras,
tardaría tiempo legalizar el derecho de vivir.
Cristo no tendrá dinero para el arriendo
de su estadía, ni mucho menos tendrá dinero
para pagarle a los que venden el agua
o la electricidad o la telefonía
o el alimento en las grandes cadenas de supermercado,
en el cielo no hubo tiempo
de reunir dinero por reunir plegarias,
además, ya está en deuda
con tanto Dios se lo pague.
- Ningún banco podrá prestarle -
No querrá desatar más guerras
con sus bestias escupiendo fuego,
a estas alturas no hay lugar en otro paraíso
y tampoco hay otro paraíso una vez más.
Demasiados vivos por resucitar:
yo los he visto arrastrar sus cadáveres
a las oficinas y a los campos de concentración,
a las clínicas de la nueva estética y a sus casas
a ver quién sabe qué cosa en la tv.
Cadáver exquisito número uno
Viajero del río pero no muerto,
he aquí la muerte en abandono,
una bala incrustada en la memoria,
las tijeras para cortar las palabras,
carne de cementerio entre nis versos,
rostros domesticados por el hambre del alma
mendigando a cualquiera el universo o una moneda,
metafísica en las agujas del reloj;
¿a qué hora reirán los payasos?
la ciudad ya no se espanta con la mentira.
Mastícame con la malacara de la marihuana
y ten piedad de ti por no parir tus dioses por mi boca,
las dos de la madrugada:
la trampa sin ratas,
los pies para ir a los bares,
el filo de una navaja sedienta de drogas,
las putas ofreciendo su falda
a quien siempre llega tarde,
Spinetta y una cerveza sedienta,
las manos para la alquimia y el óleo,
Calicalabozo entre mis sienes.
Las siete de la mañana:
afuera los mangos ruedan con su herida al sol,
a veces me distraigo no sé cuando
y viajo sin regreso,
me alimento a las tres de la mañana pero no me despierto,
el romanticismo para la academia,
para Colombia, Nepal y Marquetalia,
para mi garganta vino y silencio
mensajero de la sombra.
Haikus de la gente feliz
I
Dios ha enloquecido
de tantas voces
en su mente
II
Es tan grande
la felicidad
que cabe en bancos
III
Se cumplió la profecía,
ya empiezan a celebrar,
en el 2000 se acabó el mundo.
Fabián Paz
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