La voz de Mery Yolanda Sánchez se nutre con el dolor que cada día quiebra los huesos de esta Colombia que padece las atrocidades del silencio y la vergüenza. La lista de los muertos-de los olvidados-aumenta y aumenta descaradamente, descarnadamente. Mery Yolanda señala la sangre, las heridas, los ojos anegados, las sombras. La belleza de sus versos nos muestra los monstruos en los espejos.
Bienvenida Mery Yolanda Sánchez a Claroscuro.
Mery Yolanda Sánchez (Guamo, Tolima, Colombia, 1956). Poeta y narradora.
Publicaciones:
La ciudad que me habita (1989)
Ritual para las noches (1997)
Dios sobra, estorba
Un día maíz (2010)
Gradaciones (2011).
En 2012 su novela El atajo recibió mención de Honor en el II concurso de Novela Breve de la Universidad Javeriana y fue publicada en 2014.
Obtuvo mención de honor en el concurso El cuentista Inédito del Centro de Estudios Alejo Carpentier en 1987 y en 1994.
De todas maneras ya no estás
Es inevitable, el tiempo dolerá tres veces y el paso de la saliva una herida más. Te arrastrarás por el peso de la culpa y el piso será el espejo de tus siete caídas. Te arrastrarás con tu sangre en el vaso de los asesinos hasta encontrar tu ojo derecho servido en tu puerta. Y en quince años ya no estarás en los recuerdos de los hijos de tus hijos.
Y más allá de toda memoria volverás a ser razón y olvido. Te señalarán el sitio exacto donde entrará el primer aviso, el que te tomará por sorpresa, el que no esperabas y vendrá de tu amigo gemelo, el que amaneció noches de vino y alegría en tu cama. Él te dará la nota inicial porque desde la primera luna supo dónde quedaba tu historia de niño.
Vacilarás en la puerta del palacio porque vendrán hacia ti las almas de tus hermanos.
La pregunta
Te han tirado al patio de las ranas. Sobre ti, pompas de jabón. Te preguntabas por qué las gallinas son tristes y van con una queja eterna. Hoy te picotean y no saben qué eres. Alguien te habrá mirado por última vez como un mal recuerdo. Nunca supiste estar de pie, no te gustaba estar pendiente. Sin embargo, te acostumbraste a dormir con ropa por si te sacaban con el sueño.
Arroz
Regaste las semillas que crecían en los cráneos y viste las niñas que volvían para cambiar de ropa a sus muñecas y acariciar casitas de algodón. Te fuiste con el susurro de las matas de plátano y no alcanzaste las faldas de la anciana que volvió para terminar de amasar el pan. Sabrás que ahora nadie se quiere ir y que por pedazos retornan las sombras para acomodarse otra vez, pero no encuentran dónde poner los pies.
La frontera
Preguntan y no esperan las respuestas. Lloran en las calles, frente a las obras de arte lloran. Lloran de perfil ante las listas de los desaparecidos. Están aquí y allá. Después del horror pendulan un halo del abismo en diagonal a la razón. Ya no firman las crónicas ni registran sus pertenencias. Son de aire sus pasos y de salsa parece su vaivén.
El regreso
Una extraña atmósfera le determina la vida. Un olor denso y pesado, nunca antes presentido, se cuela por el vestido y se esconde entre el ombligo.
Sí, sacaron al muerto, pero su olor se instaló en las axilas de la noche, en los pliegues del pañuelo en desuso; se mantuvo ocho días entre las subidas y bajadas de los inquilinos. Tal vez, Dios también utilizó el ascensor inhalando su propio sabor. Es la costumbre de dormir entre el incienso.
MIEDO
Sentir por las piernas
la respiración
del compañero desaparecido.
Mery Yolanda Sánchez
Excelente poeta que ha sido importante en el reconocimiento de las voces silenciadas.
ResponderBorrarMuchas gracias por compartir, poeta Sergio.