Cuatro poemas que se publican por primera vez
Sirenas en el parque
Por no estar atentos,
la mayoría de los mortales no percibe
el canto de las sirenas.
No hay que surcar los mares ignotos,
ni salir en busca del Vellocino de Oro
para encontrarlas.
En los parques,
suelen apostarse al pie de algunas fuentes,
o acuden a la vecindad de los pozos de agua
que sobre los adoquines forma el invierno.
En mi ciudad,
calzan botas de media caña,
son adictas a los vinos espumosos,
como cualquier porteño,
y lucen sugestivos vestidos estampados
con extraños dibujos.
Bien pueden ser fórmulas para iniciados,
o tan sólo las claves de la música
con que realizan sus conjuros.
Como un viejo bandoneón
Un viejo bandoneón en el exilio
sueña la canción de aquel bar
donde ebrios juntábamos palabras
iluminadas por los ojos de ella.
Ella, que nos miraba con sus labios
de niña traviesa, pequeña diosa de la risa.
Su nombre,
María o Ana.
Manos de pajarera,
sembradora de orquídeas,
revoloteando entre un par de crepúsculos
que terminaban de bruces en la mesa.
¿Quién cosecha hoy el alcohol de las ausencias?
¿Quizá el guarda de otro cielo donde el vacío
estrena sus barrotes de olvido?
María, Ana, tal vez Ofelia,
esconde la copa entre sus senos,
donde hoy las muchachas encubren un colibrí
que parece un teléfono.
Que no nos encuentren llenos de rocío.
Es subversivo el día,
puede ser un poema repleto de rancios licores,
o de lluvia.
Y eso, puede ser el amor.
Es peligroso para los burócratas
y agentes del orden.
Palabras como cárceles
Algunos se construyen cárceles de aire.
Si dan un paso fuera, caen en el pozo de lo ignoto.
Se aburren, pero prefieren la comodidad de sus certezas,
a la extraña aventura de la incertidumbre.
Una vetusta patina cubre sus zapatos,
y usan capa dentro de la camisa almidonada.
Algunas palabras forman intrincadas alambradas
sobre la inocente página.
Fueron dichas por otros,
pero el ensimismado las recoge,
las hace suyas y las va instalando con mucha seriedad
y sapiencia donde alguna vez habitó el asombro.
Como se vanaglorian de su encierro,
y son muy apreciados por las academias,
tienen asegurado el bronce y el aplauso.
Aforismo
Era un poeta tan infeliz
que se hizo millonario con su propia ruina.
Omar Ortiz Forero
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